El atentado de Tarata

El fotógrafo Gary repudia el terrible atentado por parte de Sendero Luminoso que dejó 25 muertos y cerca de 200 heridos.

Redaccion Trome

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Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un tiradito de pescado y un chaufa de mariscos con chicha morada fresquecita.

“María, comenzó el juicio oral al sanguinario Abimael Guzmán, líder de Sendero Luminoso, por el terrible atentado en la calle Tarata, perpetrado la noche del 16 de julio de 1992, y que dejó 25 muertos, cerca de 200 heridos, destruyó unas 200 casas, 400 negocios y más de 60 autos estacionados. Ese acto criminal marcó un antes y un después, en la guerra terrorista que el Perú padecía.

Claro, Tarata no fue el primer atentado en Lima. Hubo muchísimos antes, además de las voladuras de torres de alta tensión en la sierra, que dejaban a la capital en tinieblas. Pero lo de Tarata provocó una ola de indignación internacional y en la ‘Lima tradicional’, pues se trató del primer ataque a gran escala contra un objetivo civil.

La planificación de este demencial acto fue realizado con esmero por los terroristas que se dividieron en grupos con trabajos específicos asignados. Por ejemplo, durante el día atentaron contra las comisarías de Nueva Esperanza, José Carlos Mariátegui y San Gabriel, en Villa María del Triunfo, así como contra una agencia del Banco Latino, en La Victoria, para dispersar a la policía y poder llevar a cabo el ataque en Miraflores con más facilidad. La intención de los senderistas era hacer volar el frontis del Banco de Crédito en la avenida Larco con un Datsun rojo robado, al que cargaron con cerca de media tonelada de anfo y dinamita.

Pero el vigilante no les permitió estacionar en el lugar y decidieron hacerlo volar en la siguiente calle, o sea en Tarata, y lo deslizaron hacia los edificios residenciales. La brutal explosión se escuchó en varios kilómetros a la redonda y las escenas que allí se vivieron no serán olvidadas jamás.

Vanesa Quiroga Carvajal, en ese entonces una niña de solo 12 años, trabajaba con su mamá como vendedora ambulante en Tarata. Ella, con conmovedora inocencia, relató el horror que vivió: ‘Cuando se escuchó una detonación, solo se rajaron las lunas. Luego llegó lo peor. Se vio una luz y se dejó sentir la segunda explosión. Todo se quebró, mi mamá gritó ‘coche bomba’ y al instante me cargó y me alejó algunos metros.

Recuerdo cómo la gente corría de un lado para otro, ensangrentada y gritando. ¡Horrible! En eso le dije a mi mamá que me dolía la pierna. Fue entonces cuando ella dio un grito. Mi pierna no estaba, había volado. Mi mamá corrió en busca de mi pierna para colocarla en su sitio, pero no la encontró. Me llevaron al Hospital Casimiro Ulloa y, meses después, los doctores me colocaron una prótesis. Sabe, ya no tengo pesadillas como antes, sin embargo, a veces, todas esas horrorosas imágenes aún dan vueltas en mi cabeza’.

Por eso, me parece imperdonable que los chicos de ahora no sepan quién es Abimael Guzmán, o que algunos estudiantes tontonazos pidan su libertad presentándolo ¡como una víctima! ¡Increíble! No debemos olvidar esos años de espanto precisamente para que no regresen. El olvido es muy peligroso”. Gary tiene razón.

Me voy, cuídense.