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Lima

Donde termina la ciudad y comienza el desierto está Miramar, en Huarmey (Ancash). Es un bosque de esteras, palos y calaminas. Aquí el viento sopla hacia los cerros pelados del este, la arena se levanta y revuelve los cabellos de los niños que juegan en la calle mientras los perros caminan jadeando y las gallinas esconden el pico entre las alas. Lo único que puede alterar la paz en Miramar, comentan, es un temblor, después, el tiempo se petrifica y la vida se marchita como los cereales que aquí intentaron sembrar.

Pero esta tarde de sábado, mientras el sol ―ese foco inextinguible en el cielo― tuesta la arena, Heber Ocaña Granados, junto a su familia, decidieron traer su ‘Bibliomoto’: una biblioteca en tres ruedas que recorre los pueblos más pobres del norte del Perú. La lectura es, señala don Heber, el único camino para cambiar su destino.

Y prende el megáfono.

«Niño, empezó la fiesta. Habrá lectura. No puedes faltar. Habrán regalos y mucha lectura»

La ‘Bibliomoto’ es una iniciativa del profesor Heber Ocaña Granados para promover la lectura en los asentamientos humanos de Huarmey (297 kilómetros al norte de Lima). Comenzó en setiembre del 2009 como “una idea loca”, recuerda Regina Mariños, su esposa. Desde entonces, cada sábado, la biblioteca rodante ―una mototaxi azul: con 10 sillas y sobre el techo dos megáfonos― recorre trochas interminables, carreteras empedradas, bajo sol o lluvia, hacia los pueblos desplazados del país.

“Lo hago porque me gusta, porque me siento bien ―explica el profesor mientras busca niños con la mirada―. Ellos se entretienen. Dejamos una pequeña semilla de aporte”.

«Tú, niño, acércate a la plaza. La ‘Bibliomoto’ está aquí, trayéndoles cuentos y poesía»

La ‘Bibliomoto’ atraviesa las calles de Miramar dejando una estela de polvo a su paso. Ocaña mira a los pequeñines con la ilusión de que ninguno se quede en casa, los invita agitando las manos, gritando con ternura por el megáfono. Pero tiene miedo. Miedo a que no vayan y no sepan lo divertido que puede ser leer un libro. “La semana pasada tuvimos como 30 niños, pero llegaron poco a poco”, reflexiona con esperanza.

Ocaña Granados está casado con Regina Mariños Risco, de 47 años. Tienen dos hijos: Jovaldo, de 13 años, y Gandy, de 21. En este proyecto, cada integrante de la familia cumple un papel fundamental: el hijo mayor maneja la moto. Regina es quien organiza y reparte los libros. Ocaña relata los cuentos y plantea las preguntas. Y el menor se encarga de premiar a los niños con dulces.

Los textos que carga la ‘Bibliomoto’ en sus travesías por el Perú, son textos que el profesor, y también poeta, logró reunir en su época de estudiante universitario, otros fueron donaciones y gran parte los supo recoger de la basura en España, país a donde viajó en el 2003 para trabajar como jardinero. “Mira este libro ―es ‘Corazón’ de Edmundo de Amicis―: lo encontré en la basura”, rememora con orgullo.

«Papás, traigan a sus niños a participar a esta campaña de lectura. Es completamente gratis»

Primero dos, luego cinco, después siete. Poco a poco, la plaza del pueblo se va llenando de niños. En diez minutos las sillas están repletas y los que van llegando después se sientan en el suelo. Se fastidian, se jalonean, se bromean, pero todos, absolutamente todos, tienen un libro en la mano.

―El―bu―rri―to―des―con―ten―to. Es un cuento un cuento que lo está leyendo Anthony con la dificultad que tienen los niños a los 6 años. Es el primer valiente, aunque, seamos sinceros, lo convenció un paquete de galletas que Ocaña ofreció como recompensa si es que se paraba al frente y lo narraba para sus compañeritos. Un paquete de galletas aquí es una delicia que pocos pueden darse. Por eso, desde que Anthony recibió su primer sobre de dulces, los demás saltaron para coger el megáfono y leer.

El profesor los escucha con atención, los corrige, los anima a perder la vergüenza y les hace preguntas: ¿Te gustó? ¿Qué entendiste? ¿Qué aprendiste? Y aclara que “cuando cogemos un libro, adquirimos conocimientos. Con conocimientos adquirimos sabiduría y la sabiduría nos hará libres”

―¿Cuál es su misión?

Nuestra misión es cambiar la realidad del Perú. Cuando un niño lee, aprende a analizar, se vuelve crítico. Valora lo que tiene, valora sus raíces.

―¿Y qué gana haciendo todo esto?

Mi satisfacción es aportar a mi pueblo, a mi país. Nadie me da un sol. No gano nada en el sentido material, pero sí en el sentido espiritual. Este es un aporte que mi familia hace a la comunidad.

El viento corre frío. Algunos niños en polo, shorts y sandalias tiritan. Es hora de guardar todo y partir. La próxima semana la ‘Bibliomoto’ viajará hacia otro pueblo. Se irán, sí. Pero lo aprendido quedará en ellos: como una semilla que en unos años brotará.

«La única forma de adquirir conocimiento y prosperar es con la lectura», dice. Y se va.