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Martes 05 de julio del 2011 | 06:30

El caso Fefer

El Búho ve el caso de la empresaria judía peor que un thriller de Roman Polanski.

Este Búho a veces piensa que hay casos de la vida real tan enrevesados o siniestros como un thriller de Roman Polanski o una alucinada película de David Lynch. Pienso en eso cuando veo por televisión los enfrentamientos entre los hermanos Bracamonte Fefer, Ariel y Eva.

Como en una película de cine negro de una novela de Raymond Chandler o Dashiell Hammett: una atractiva jovencita miembro de una acaudalada familia judía, es acusada de contratar a un sicario colombiano para que asesine a su progenitora, Myriam Fefer. Todo este plan macabro elaborado junto a Liliana Castro Manarelli, su amante. Pero aquí no hay un detective, galán y cínico, como Humphrey Bogart, para resolver el caso.

Fueron los sabuesos de la Dirincri quienes investigaron y le dieron las pruebas al fiscal Fidel Castro, quien acusó a ambas muchachas de planear el crimen y contratar al asesino. Pero el sicario se fue de boca en Argentina, a donde viajó para realizar otro “trabajito” sangriento, pero terminó encarcelado.

Hugo Trujillo Ospina se vanagloriaba en el penal que en Lima asesinó a una empresaria muy famosa por encargo de su hija. Eso se lo confió también a su suegra y varios presos. Ella y los reclusos escucharon la confesión del sicario y lo acusaron ante la policía argentina. Estos hicieron lo propio con sus pares de Perú.

Como en el asesinato de la empresaria hubo una lucha, en las uñas de la víctima quedaron residuos de piel y sangre del homicida. Comparado el ADN del colombiano con esas pruebas, se comprobó que era el homicida.

El otro hijo de la empresaria, Ariel, quien tenía 17 años cuando murió su madre, confesó que vio cosas muy extrañas después del entierro. Él estaba desvastado, pero su hermana llevó a vivir a su casa a Liliana Castro Manarelli y afirmó que armaban tremendas fiestas y con la herencia le compró una motocicleta, adquirió autos y, lo más extraño, ¡¡le regaló la mitad de las acciones de la empresa Sideral, valorizada en seiscientos mil dólares!!

Cuando los policías supieron de la existencia del colombiano, encontraron por fin un motivo para investigar a fondo a Eva. Allí, al levantarle el secreto telefónico, descubrieron que ella recibió una llamada del celular de su madre ¡minutos después que esta había sido asesinada! Para el fiscal que la acusa, Fidel Castro, fue el sicario Trujillo Ospina quien la llamó para informarle que el “trabajo” estaba cumplido.

Ese celular fue lo único que se llevó el sicario. Eva,en su primera manifestación dijo que esa noche, después de estudiar su libro de francés se quedó profundamente dormida y no escuchó ningún ruido, a pesar de que la policía sostuvo que la empresaria, una mujer corpulenta, luchó desesperadamente por su vida y que a esa hora silenciosa el ruido de una pelea a muerte debió despertarla.

Después, ante la evidencia que recibió una llamada que duró un minuto, ella sostiene que seguramente levantó el aparato, pero “que no recuerda si habló o no”. Ariel, su hermano, ahora es su principal acusador, dice que fue ella quien le abrió la puerta al asesino. Pero el sicario ahora dice que nadie lo contrató, “que ingresó a robar”.

Para Ariel, ellas le siguen pagando para que las exculpe. En la reconstrucción, “Payaso” cayó en graves contradicciones. En un juicio oral, es posible que no pueda sustentar su coartada del robo, por eso quiere acogerse a la “confesión adelantada”, para evitar el proceso .

Mientras que Ariel siempre se preocupó en asistir a la policía para saber cómo iban las investigaciones, Eva nunca se aparecía. Hoy ella se defiende sosteniendo que la acusación se basa en “indicios” y no en pruebas contundentes y se aferra a la providencial declaración del propio asesino de su madre. Y por obvias razones, ni siquiera se atreve a condenarlo ni a exigir que se pudra en prisión, como lo haría un hijo o una hija verdaderamente dolido. Saquen ustedes sus propias conclusiones. Apago el televisor.