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Miércoles 06 de marzo del 2013 | 06:10

Hugo Chávez: El gran dictador

El Búho le dedica su columna a uno de los presidentes más polémicos de los últimos tiempos que no pudo vencer el cáncer.

La muerte de Hugo Chávez, en primer lugar, me produce consternación, que es lo que siento cuando me entero que alguien padece o muere de una enfermedad como el terrible cáncer.

Chávez dejó el poder, pero los que nos consideramos demócratas, hubiésemos querido que el militar venezolano, por su propia voluntad, hubiera desechado su afán de perpetuarse en el cargo como Fidel Castro y no que sea la implacable enfermedad la que dejara sin caudillo al país y se abra una oportunidad para que se establezca por fin unas elecciones libres, sin monopolio en las comunicaciones de parte del gobierno chavista ni clientelismo populista financiado por las arcas del Estado.

Con Chávez fue muy difícil, casi imposible ganarle, porque habría que ser muy mezquino para no reconocer que tenía ese carisma, ascendencia y esa retórica ingeniosa, casi de cómico de salón, tan demagógica como seductora, como canto de sirena para las masas marginadas y olvidadas por los políticos tradicionales.

El venezolano perteneció a esa casta de dictadores clásicos de Latinoamérica como Fidel Castro o alguien más cercano aún, el argentino Juan Domingo Perón. Porque Castro se escudó en el comunismo para evitar legitimarse en el poder vía elecciones democráticas, mientras el argentino y el venezolano confiaban en su carisma y arrastre para ir a elecciones donde se impusieron abrumadoramente.

Que las masas con menos recursos, en Venezuela, lloren frente a las cámaras de TV a su presidente me impresiona. Porque son esos ciudadanos de los sectores marginales, suburbanos y peligrosos, los que sufren las consecuencias de una política económica desastrosa, con hiperinflación y una escasez de productos de primera necesidad, todo por culpa de Hugo Chávez.

El presidente que prefirió empobrecer y sumir en el atraso a su pueblo, por su delirante y anacrónico proyecto ideológico de corte “bolivariano”, que en la práctica significaba exportar las divisas, que tanto necesitaba su país, para salvar del ahogamiento la moribunda economía cubana de Fidel Castro, del cual se declaró ferviente admirador, tal vez no por su modelo ideológico sino por su capacidad para atornillarse en el poder por más de cincuenta años. Y no conforme con ello, exportar su ideología y sus “petrodólares” a Bolivia.

Chávez tenía todas las lacras de los dictadores clásicos. El enriquecimiento de su familia es impresionante tanto en residencias, autos de lujo y artículos suntuosos. Claro, esa información se filtraba por la Internet o por medios extranjeros, porque publicarlas en su país podía significar desde la llegada de las “hordas chavistas”, conformadas por lúmpenes o pobladores de barrios marginales, beneficiados con ron, comestibles y bolívares, quienes apedrean medios de comunicación o agreden a sus periodistas, hasta la cárcel efectiva o el exilio a los que se atreven a “atentar” contra el líder de la revolución.

Con una economía en ruinas, con apagones inducidos para ahorrar electricidad, Chávez destruyó la economía de uno de los países más prósperos de la Latinoamérica y un ejemplo de democracia. Recordar los tiempos de Rómulo Gallegos me parece innecesario. Estuve en Caracas y Valencia, donde pude ver un país en franco deterioro económico, social y moral.

Corrupción+hambre+delincuencia es una suma que puede acarrear un conflicto de imprevisibles consecuencias. Chávez mantenía cerrada la tapa de la olla con guiso malogrado, gracias al apoyo de las Fuerzas Armadas. Sin Hugo en el poder, cualquier cosa puede suceder. Para graficar el daño que le hizo a Venezuela, podemos citar a un escritor que no tiene nada de comunista, como el famoso don Plinio Apuleyo, amigo de García Márquez. “En la casa del barrio residencial no había nada para comer. Salimos a buscar algo para llenarnos.

Los supermercados estaban cerrados por miedo al saqueo. En las tiendas no había nada, ni conservas ni carne. ¿No tendrán huevos?, menos eso. Recorrimos barrios enteros y no encontramos ningún bendito huevo”. Mientras Chávez le regalaba petróleo a Cuba y le mandaba grandes propinas a su ahijado Evo Morales. Apago el televisor.