Marco Arenas y Fernanda Lora Paz: Mentes criminales

El hijo de la empresaria asesinada y su cómplice se dejaron llevar por la ambición y la codicia para concebir el crimen.

Redaccion Trome

Dicen que los polos opuestos se atraen. Las mentes criminales también se juntan para convertirse en un fusible de alto voltaje. Hace nueve meses, Marco Gabriel Arenas Castillo (22) conoció a Fernanda Lora Paz (18) y hubo ‘química’ entre los dos, pero el amor empezó a discurrir por los caminos de la ambición, el derroche y la codicia. Angustiado por conseguir más dinero para solventar la vida fácil, él acabó asesinando a su madre. Y ella, su enamorada, fue su cómplice perfecta.

María Rosa Castillo Gonzales (54), una próspera empresaria, conocida como la ‘Reina de las panaderías’, tuvo el final más horrible que se puede imaginar una madre. Había desaparecido el martes 5 de su casa de La Molina. Fue hallada muerta al día siguiente, cerca a la curva de Manchay, en una huaca de Pachacámac. El cadáver estaba calcinado y con olor a combustible. Nadie pensó que su propio hijo era el asesino.

La historia de esta familia no siempre fue triste. Marco fue un niño mimado y, quizá, sobreprotegido. Walter Arenas Navarro (56) y su esposa se preocuparon por darle lo mejor. Pero cuando se hizo hombre, no fue el hijo bueno que soñaron. Pese a todo, lo amaban.

Los Arenas Castillo sintieron un dolor en el corazón cuando Marco abandonó la carrera de ingeniería industrial, en la Universidad de Lima. Había reprobado seis de los siete cursos que llevaba. El joven se matriculó luego en psicología empresarial de la San Ignacio de Loyola (USIL), pero también dejó los estudios.

PLATA FÁCIL

Luego se inscribió en psicología de la misma universidad. También salió por la puerta falsa. Sin embargo, allí conoció a alguien que entró a su vida y la marcó para siempre: Fernanda. Corría el mes de febrero pasado y se hicieron enamorados. Ella aún frisaba los 17 años. Él tenía 22.

El ocio y el desenfreno de Marco no espantaron a ‘Fer’, como él la llamaba. Más bien, la sedujo la vida descarriada que él llevaba. Le robaba a sus padres, sustraía dinero de los cajones, de las carteras y hasta de las cuentas de banco. No trabajaba, pero manejaba carro y mucha plata, y eso encendía un brillo en los ojos de la chica.

El 10 de agosto Fernanda cumplió 18 años. Había alcanzado la mayoría de edad y era el momento de ‘volar’. Días después, Marco fingió un secuestro y logró que sus padres pagaran 15 mil dólares por su ‘rescate’. Pero el joven no apareció. Con ese dinero viajó a Chile con Fernanda.

El 27 del mismo mes, la familia puso la denuncia de desaparición de la pareja. Walter Arenas estaba desolado, su esposa lloraba. Desesperado, el padre escribió en su página de Facebook varios mensajes implorándole a su hijo que regrese. Los jóvenes ya habían gastado toda la plata y pidieron para los pasajes. Retornaron en setiembre. No hubo reproche, solo perdón y la esperanza de que él enmiende sus pasos.

Fue solo una ilusión. La parejita volvió al derroche del dinero que él conseguía de sus padres, por las buenas o por las malas. Solo ella, a duras penas, estudiaba. Él ya era un vago consumado. Cuando no estaba con ella mataba las horas viendo películas de terror. También tenía afición por los videojuegos de violencia, como ‘Hitman’, donde el personaje principal es ‘Agente 47’, un sicario que goza cuando estrangula a sus víctimas.

LLAVE MORTAL

Marco y Fernanda también se divertían matando pajaritos y tumbando nidos de los árboles a hondazos. Desde su camioneta en marcha lanzaban huevos a las personas. Eso les encantaba.

Los padres de Marco no sabían qué hacer por la vida desenfrenada que llevaba. La mañana del martes del 5 de noviembre le llamaron la atención. El joven montó en cólera y se fue refunfuñando.

Hirviendo de rabia, Marco se dirigió a la USIL para recoger a su enamorada. Le contó el pleito con sus papás y ambos se dirigieron a la casa de él, en la urbanización Sol de La Molina.

Ingresaron furiosos. Él le dijo a ella que lo espere en su cuarto, mientras entraba a la habitación de su madre, que estaba sola. Con el cinismo que caracteriza a los psicópatas, se acercó a su mamá haciéndole creer que le iba a dar un beso y pedirle perdón. Pero lo que hizo fue rodearle el cuello con un brazo y apretar fuerte hasta desmayarla. La creyó muerta.

Fernanda se asomó a la puerta y lo vio todo. Ambos cubrieron el cuerpo y lo colocaron en la maletera de la camioneta Toyota, de placa ROR-013. Luego sacaron todas las joyas y el dinero de la víctima. Esperaron hasta el mediodía y Fernanda se fue a su casa. Marco se dirigió a un grifo para comprar petróleo. A las 2:30 p.m. del mismo día, él recogió a su enamorada y se dirigieron a Manchay Bajo. Arrojaron el cuerpo a un lado del camino y le prendieron fuego. Según la necropsia, María Castillo estaba viva cuando la quemaron. Escalofriante.