'La fiesta del Chivo' (II)
Nuestro columnista se rinde ante la obra de nuestro premio Nobel, Mario Vargas Llosa.
Por: Redacción Trome.pe
Este Búho sigue leyendo los comentarios sobre la elección de ‘La fiesta del Chivo’, de Mario Vargas Llosa, como la mejor novela española escrita en el siglo XXI. Pero hay algo increíble que se da en Lima y no en Madrid, donde algunos envidiosos han lanzado su ‘protesta’ por el galardón a la obra de Mario y están reclamando que, en lugar de ‘La fiesta del Chivo’, se debió premiar una novela del chileno Roberto Bolaño. Ante estas actitudes, solo me queda recordar una frase dolorosa: ‘el enemigo de un peruano es otro peruano’. Pero vayamos a lo verdaderamente trascendente de la obra en sí. Para escribirla, el novelista se estableció en Santo Domingo y residió allí varios meses, donde se sumergió en un exhaustivo estudio de la vida del dictador dominicano que gobernó con sangre y terror durante más de treinta años República Dominicana y hasta cambió el nombre de la capital por ‘Ciudad Trujillo’.
El resultado es asombroso, ningún escritor dominicano ha plasmado tan brillante y crudamente los terribles años de la dictadura de ‘El Chivo’. El autócrata es descrito con todo su poder omnímodo en su intimidad. Humilla a su esposa, abusa de las niñas y mujeres ajenas, a las que debe poseer todos los días. Los libros de historia y textos escolares, escritos por novelistas exiliados de España que trabajan para él, lo describen como un semidiós, como un superdotado. Al final, cuando los escritores se atreven a criticarlo los manda a asesinar. Su presidente fantoche, Joaquín Balaguer que existió en realidad y fue quien lo sucedió en el gobierno, también lo adula para salvar el pellejo. Pero el peor es Henry Chirinos, la ‘inmundicia viviente’.
Otro integrante de su oscuro círculo de poder es Johnny Abbes, su ‘Montesinos’, quien maneja la policía secreta y se encarga de torturar y eliminar a los opositores del régimen. Y por último, ‘Cerebrito’ Cabral, un político honesto que se corrompe al trabajar al lado del ‘Chivo’, que diabólicamente lo acusa de traicionarlo y al que decide entregar la virginidad de su hijita Urania para conservar su vida.
Así como el poder se ejerce desde el infierno, la muerte la van a enarbolar los ‘ángeles vengadores’, encarnados en el grupo heroico que se inmolará para asesinar al dictador. En este grupo hay muchos que han sido leales al ‘Chivo’, pero han perdido familiares que fueron mandados a asesinar por orden del tirano. Incluso hay generales de su entorno íntimo, como Pupo Román, quien después de la conspiración se encargaría de dar el golpe de Estado que restauraría la democracia y la libertad en el país. Pero ninguno de los protagonistas logra sus objetivos.
En el último día de su vida, el ‘Chivo’ (apelativo que se da en la isla a los hombres con mucha actividad sexual) se da cuenta que se está quedando impotente, lo que para él es la peor de sus desgracias. Los conjurados eliminan al dictador, pero uno a uno van muriendo o son apresados. Algunas torturas son francamente chocantes hasta para un lector de libros duros como este columnista. Ramfis, el hijo del ‘Chivo’, aplicó una terrible venganza con los infortunados conspiradores que no escaparon. A un torturado, al que tuvo una semana sin comer, una noche le lleva una bandeja con carne asada. El detenido la devora con ansias y desesperación. Cuando terminó el festín, Ramfis le dice: ‘provecho, ¿qué tal sabor tenía tu hijo?’ Pupo Román, quien recibe los peores tormentos durante varios meses, antes de morir, es obligado a comerse su propio pene. Al parecer, la historia terminará con un psicópata más peligroso que el propio Trujillo, su hijo Ramfis, en el poder. No les adelanto el final. Apago el televisor.