'Pancholón' a ritmo de cumbia

El fotógrafo Gary comenta otras aventuras de su gran amigo.

Por: Redacción Trome.pe

El Chato Matta llegó al restaurante por una espectacular parihuela de chita con bastante limón y rocotito molido. “María, Pancholón es un personaje de aquellos. Recién salidito de la clínica, me timbró a mi celular. ‘Chato, tú eres mi hermano. La vida es una sola, la pampa es para todos. La noche y los calzoncitos son mi razón de vivir. Vente ahorita para tomarnos un ‘roncito en las rocas’. Apenas llegué, vi al abogado mujeriego bailando al costado de su camioneta. Su fiel psicóloga le cantaba, mientras lo abrazaba y besaba en el pecho. ‘Porque eres un estúpido, cupido, presumido, torpe, que no tienes agallas, que dices mentiras, baratas, que no sabes cómo se trata a una mujer como yoooo… lleno de patrañas, una araña, laucha cucaracha, bicho, sanguijuela, no fuiste a la escuela, tricocéfalo, una lacra, ignoras cómo se trata a una mami como yooooo’. Los dos estaban ebrios, eufóricos.

‘Chato, me dijo Pancho, ahorita viene la amiga de la psicóloga. Ella es para ti, así que prepárate para darle curso’. Cuando la vi, no pasaba nada. ‘Vaya, Chato. Liquide ese partido’, me animaba el gordito, pero no. Por mi vida han pasado muchas mujeres, definitivamente menos que Pancholón, porque a diferencia de mi hermano, yo soy selectivo. Pancho le va a todo. Come caviar y salchipapas de a luca. A mí me gustan las guapas, bajitas, de buen cuerpo. Y, sobre todo, tiene que haber ‘química’. Si no hay feeling, no funciono. A mi edad, no me vengan a que yo haga piruetas y malabares en el ‘blando’. Solo Pancholón, con sus 100 kilos, puede hacer el legendario ‘Salto del chanchito’ que remece el hotel. Soy engreído, me gusta dominar la situación sin hacer mucho esfuerzo. Y aunque no lo creas, así chato y misio, tengo mis cositas.

Desde hace años me veo, cada cierto tiempo, con una amiga cariñosa, Carmín. Han pasado casi diez años y la sigo viendo guapa. Ella tiene marido, plata y me dice: ‘Cuando yo era chibola, tú me enseñaste el mundo y eso no tiene precio. Lo bueno es que siempre fuiste sincero: goza conmigo, pero nunca me voy a separar de mi esposa. Yo sufrí, pero decidí no convertirme en tu sufrida amante. Me considero mucha mujer para eso. Me casé con un empresario maduro que me da todo, pero necesito que me llenes de tu amor, porque mi marido me da la espalda cuando duerme’.

La otra noche le hice el amor una vez más, María, pero apenas acabé, me quedé mirando el techo. Y pensé: Chato, los años pasan. De viejo, ¿con quién vas a estar? Dormí un rato y tuve una pesadilla. La mujer que estaba a mi lado se había convertido en una bruja malvada, llena de granos y sin dientes. Y ¡¡me exigía que le haga el amor!! Me acordé de Jack Nicholson, en ‘El resplandor’ de Stanley Kubrick. Salté de la cama, me bañé y salí corriendo de La Posada. Volé a ver a mis hijitos, los abracé y les di muchos besos. Solo, en ese momento, sentí que me libraba de la pesadilla”. Pucha, ese Chato se pasa de tramposo. Por eso su mujer lo dejó. Me voy, cuídense.