Penal de 'Santa Mónica': La vida en el penal de mujeres más famoso del Perú
Peruanas conviven con unas 200 presas de distintas partes del mundo. Como en toda prisión, el dinero puede comprar muchas cosas.
Por: Redacción Trome.pe
Por: Tábatha Paredes
‘Santa Mónica’ es el penal de mujeres más famoso del Perú. En ese lugar están recluidas mujeres que cometieron toda clase de delitos, y también inocentes, que coexisten con unas 200 extranjeras, con costumbres e idiomas distintos. ¿Cómo es la convivencia con estas mujeres que vienen de todas partes de América, Europa, Asia y África?
Hace unos días la española Patricia Calviño, de 23 años, quien cayó en el aeropuerto ‘Jorge Chávez’ con 3,5 kilos de cocaína, denunció que otras presas la amenazan de muerte.
Trome conversó con reclusas nacionales y extranjeras para conocer el grado de violencia que hay, inevitable en un mundo entre barrotes.
En ‘El convento’, como llaman las internas a ‘Santa Mónica’, se puede encontrar de todo como en feria: Distintas clases de comidas y postres, ropas, cosméticos y hasta servicios. Todo es cuestión de tener dinero.
NO SE MEZCLAN
“Hay discusiones y peleas, pero usualmente son entre peruanas o entre extranjeras. Cuando nosotras discutimos, ellas no se meten; y cuando ellas se pelean, tampoco nos metemos”, contó una peruana sentenciada a ocho años por participar en un robo en San Juan de Lurigancho.
Las compatriotas afirman que las extranjeras se sienten superiores y, tras acostumbrarse al presidio, actúan como si merecieran pleitesía. Por eso, algunas ‘se zampan’ a las colas para la ducha o el teléfono. “Cuando se ponen en este plan, todas saltamos, y ellas ya saben que no se pueden pasar de vivas”, señaló una interna con fama de ‘aguerrida’, es decir, una de armas tomar.
Casi todas las extranjeras, en su mayoría españolas, francesas, holandesas, sudafricanas, brasileñas, venezolanas y otras, cayeron por ‘burras’. Es decir, por tratar de sacar drogas del país. La mayoría, con beneficios penitenciarios (3×1), sale a los 20 meses de su internamiento. Quizá por eso no les interesa hacer amigas, solo viven el día a día, y al salir, casi nunca regresan de visita.
TODO TIENE UN PRECIO
Las presas admiten que todo tiene precio en ‘Santa Mónica’, pero también afirman que el INPE les ofrece tres comidas diarias: desayuno, almuerzo y cena. Además, cuando ingresan reciben un colchón y una frazada. “Pero si necesitas otro colchón, almohadas, frazadas y hasta peluches, pueden solicitarlos mediante una solicitud a la dirección del penal”, cuenta una reclusa.
La comida es cosa aparte. La que no se conforma con los alimentos de la cocina general, o simplemente no le gusta, puede satisfacer su paladar en uno de los ocho ‘restaurantes’ que hay en ‘Santa Mónica’ y que son atendidos por internas que obtuvieron el permiso del Consejo Técnico. Claro, este lujo cuesta dinero. El arroz con pollo, el cebiche y los ‘juanes’ están entre los platos preferidos de las extranjeras.
2 SOLES POR LIMPIAR
“No tengo problemas con las peruanas, la mayoría son buenas personas. Algunas por ahí dan miedo por su manera de hablar, pero nada que no se pueda manejar. Hay compañeras que tienen problemas entre sí, y a veces se insultan y amenazan, pero no es todo el tiempo. No podemos caerle bien a todas. Tratamos de llevar la fiesta en paz”, señaló una brasileña.
Mientras conversamos con las internas, las extranjeras se mantienen alejadas. “Ellas solo se juntan y solo se acercan cuando necesitan un favor”, dice una reclusa de Comas.
“Se sentirán más en confianza siendo todas extranjeras. Se reúnen en una sola mesa cuando viene la visita de alguien. Hay peruanas que no tienen familia ni dinero, y se les acercan. Tratan de hacerse sus amigas, pero es por necesidad, pues las extranjeras reciben 100 dólares mensuales de sus embajadas y esperan que por ser serviciales les den alguito”, añade.
En ‘Santa Mónica’, si una presa no quiere limpiar su habitación, debe pagar 2 soles a otra para que lo haga. Si no desea lavar su ropa, nunca falta alguien dispuesta a hacerlo a cambio de un sol por prenda.
El penal es como un humilde hotel del que no se puede salir hasta el término de la condena, y donde se paga por todo lo extra. Hasta las mesas de plástico, que se colocan en el patio los días de visita, son alquiladas a un sol por dos horas.
DROGA
El consumo y tráfico de toda clase de licores y drogas en los penales de varones, como ‘Lurigancho’, ‘Miguel Castro Castro’ o ‘Piedras gordas’, se da de forma descarada. En ‘Santa Mónica’, parece ser distinto. “Es muy raro que acá haya droga. Sin embargo, no se puede negar, a veces entra con la visita. Una señora fue detenida tratando de meter droga en el zapato de su hijo. Y creo que, alguna vez, las del INPE se han prestado para eso”, señaló una interna.
En ‘El convento’, las bebidas alcohólicas están prohibidas, de la misma forma que las gaseosas oscuras. Tampoco pueden ingresar frutas como papayas enteras, piñas y chirimoyas. Las internas tienen códigos que no se deben romper, como en cualquier otro penal: Meterse con la visita de alguien es uno de ellos. Coger lo ajeno sin permiso, también. El castigo es el repudio general, lo que no es poco en un pequeño mundo tras las rejas.