Blanca Varela y su extraordinario aporte a la poesía peruana

Nuestro columnista habla de la poetisa peruana Blanca Varela.

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Este Búho estuvo ayer en una conocida librería de Miraflores y encontró una ‘joyita’. En esa ‘Antología general de la poesía peruana’ destacaba el nombre de Blanca Varela. Este columnista recuerda que cuando ingresó a San Marcos, escuchó por primera vez el nombre de Blanca. Mis amigas del Patio de Letras, las jóvenes poetisas Mariela Dreyfus, Patricia Alba y Tatiana Berger leían sus poemarios y los cargaban como si fueran la Biblia. Sobre todo, el primero de ellos: ‘Ese puerto existe’ (1959). ‘Está mi infancia en esta costa/bajo el cielo tan alto/ cielo como ninguno, cielo/ sombra veloz/ nubes de espanto/ oscuro torbellino de alas/ azules casas en el horizonte/ Junto a la gran morada, sin ventanas/ junto a las vacas ciegas/ junto al turbio licor y al pájaro carnívoro/¡Oh, mar de todos los días, mar montaña/ boca lluviosa de la costa fría/….’ Siendo una quinceañera, participaba en las jaranas que armaba en casa su mamá, la escritora costumbrista Esmeralda Gonzales Castro, más conocida como Serafina Quinteras, donde recalaban los más inquietos intelectuales y músicos de la ‘Ciudad jardín’. Blanca no solo era jaranera, sino que también cantaba y tocaba guitarra. No sorprendió que decidiera postular a la Universidad San Marcos para estudiar Letras. Allí no tardó en volverse musa de los más destacados intelectuales de la década del 50: Sebastián Salazar Bondy, el poeta Jorge Eduardo Eielson y Javier Sologuren. Y también de un joven y prometedor pintor que llegaba de la Universidad Católica, Fernando de Szyszlo.

La poetisa inició una relación sentimental con quien sería nuestro más grande artista plástico y, después de acabar sus estudios en 1947, se casaron y volaron a vivir los inolvidables momentos del movimiento surrealista que dominaba París, ‘La ciudad luz’. Con Szyszlo tuvo dos hijos, Vicente y Lorenzo. Animada por el inmenso poeta mexicano Octavio Paz, publicó su libro ‘Ese puerto existe’. Su obra poética se incrementó con ‘Luz de día’ (1963), ‘Valses y otras falsas confesiones’ (1971), ‘Ejercicios materiales’ (1993) y ‘Concierto animal’ (1999), entre otros. Octavio Paz escribió sobre su obra: “Blanca Varela es una poeta que se complace con su canto. Con el instinto del verdadero poeta, sabe callarse a tiempo. Su poesía no explica ni razona. Tampoco es una confidencia. Es un signo, un conjuro frente, contra y hacia el mundo, una piedra negra tatuada por el fuego y la sal, el amor, el tiempo y la soledad. Y, también, una exploración de la propia conciencia”. Tiempo después, la poetisa sufrió un durísimo golpe del cual nunca se recuperaría. Su querido hijo Lorenzo, arquitecto de profesión, falleció en un trágico accidente de aviación. Desde esa fecha, se sumió en un silencio que sus seguidores supieron comprender y respetar. Sin embargo, los merecidos premios le llegaron al inicio del nuevo siglo: los importantísimos Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo (2001), Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca (2006) y el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2007). ‘Quítate el sombrero/ si lo tienes/ quítate el pelo que te abandona/ quítate la piel/ las tripas, los ojos/ y ponte un alma/ si la encuentras’. Se fue físicamente en el 2009, pero vivirá eternamente en sus libros. Apago el televisor.

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