Charles Bukowski, el maldito perdedor visto por El Búho

‘El Búho’ comenta sobre la obra del gran Charles Bukowski.

Redaccion Trome

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Este Búho ha leído y comentado las novelas de varios escritores jóvenes. Pero como en toda rama de la cultura, uno siempre debe volver a los clásicos. Aproveché mi viaje a Piura para el debate presidencial , y me llevé dos libros de Charles Bukowski (Alemania 1920-San Francisco 1994). Un insigne cultor del llamado ‘realismo sucio’, con libros de nombres tan sugestivos como ‘Escritos de un viejo indecente’ (1969), ‘La máquina de follar’, ‘Erecciones, eyaculaciones y exhibiciones’, ‘La senda del perdedor’ (1982) o su laureada ‘Mujeres’.

Su obra dividió a la crítica y al público. O lo querías o lo odiabas. Yo opté por lo primero. Pero no me cegué, había tantos Bukowski como dedos de la mano: el viejo indecente, el maldito, el perdedor, el borrachín, el poeta, el peleador, el solitario, el seductor de chicas universitarias.

Siempre usó como su álter ego a Henry Chinaski. En sus cuentos y novelas, Chinaski es el típico ‘looser’. Tiene el peor trabajo de todo Los Ángeles, el de cartero. Lo muerden los perros. Lo desprecian hasta las meretrices porque es gigante, feo, y tiene la cara llena de acné. Pero sabe pelear, es adicto al hipódromo y en las madrugadas, mientras escucha música clásica en una vieja radio, le da duro a las teclas porque tiene una única esperanza en un país donde los de su clase no tienen futuro, ¡quiere ser escritor! Y lo logró, solo que cuando ya estaba ingresando a la tercera edad.

A partir de los 50 años se hace conocido y logró el reconocimiento y con él, fama, plata y mujeres a montones. En ese momento, varios colectivos feministas lo comienzan a atacar y lo tipificaron de ‘machista’. Él les respondió, porque nunca tuvo miedo ni pelos en la lengua: ‘A las mujeres yo las llamo máquinas de quejarse. Las cosas con un tipo nunca están bien para ellas. Y cuando me tiran toda esa histeria, tengo que salir, agarrar el auto e irme a cualquier lado. Cualquier cosa, menos con otra mujer’.

Ante los ataques, siguió defendiéndose: ‘Me dicen, Bukowski es un cerdo chauvinista (…) seguro, a veces pinto una mala imagen de las mujeres en mis cuentos, pero con los hombres hago lo mismo. Incluso yo salgo mal parado muchas veces. Si realmente pienso que algo es malo, digo que es malo, sea hombre, mujer, niño o perro. Las mujeres son tan quisquillosas, piensan que me las agarro con ellas en particular. Ese es su problema’. Pero hay otro lado poco conocido del maestro: el del corazón de poeta. El romántico decadente.

Hay un libro de poesía suyo que nadie menciona: ‘Toca el piano borracho como un instrumento de percusión hasta que los dedos te comiencen a sangrar’ (1979). Nadie reconocería que este tierno poema, ‘Pájaro azul’, lo escribió el maldito, el duro Bukowski: ‘Hay un pájaro azul en mi corazón que/quiere salir/pero soy duro con él/le digo quédate adentro, no voy a permitir que nadie/te vea (…) hay un pájaro azul en mi corazón/que quiere salir/a veces por la noche/cuando todo el mundo duerme/le digo ya sé que estás allí/no te pongas triste (…)’. Más bien, el escritor sí despreciaba a los ‘chicos buenos de la posguerra’.

‘No soy un hombre muy agradable. No conozco esa palabra. Yo siempre he admirado al villano, al fuera de la ley, al hijo de perra. No aguanto al típico chico bien afeitado, con su corbata y su buen trabajo (…) Me encuentro bien entre los marginados porque soy un marginado. No me gustan las leyes ni reglas. No me gusta ser moldeado por la sociedad’. Al final de su vida, se plantó gracias a una joven devota, Linda, su esposa veinticinco años menor. Ella lo llevó por fin ‘por camino de ladrillos amarillos’. ‘Hank’ pagó impuestos, se compró su casa frente al mar de San Francisco, un buen auto, al punto que escribió antes de morir: ‘Lo peor de todo es que algún tiempo después de mi muerte, se va a descubrir la verdad.

Todos los que me tenían miedo y me odiaban cuando estaba vivo, abrazarán de repente mi memoria. Mis palabras estarán en todas partes (…) se hará una película sobre mi vida. Me pintarán mucho más valiente de lo que soy y con mucho más talento del que tengo (…) La especie humana exagera todo: a sus héroes y enemigos, su importancia’. Se hizo poner, en el epitafio de su tumba, la frase: ‘Don’t try’ (‘No lo intentes’). Interprétenlo como ustedes quieran. Apago el televisor.

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