"Emilio Salgari, el papá de 'Sandokán'", por El Búho

Nuestro columnista habla sobre el pirata ‘Sandokán’ y del escritor italiano Emilio Salgari.

Nuestro columnista habla sobre el pirata ‘Sandokán’ y del escritor italiano Emilio Salgari.

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Este Búho nunca olvidará que de niño los sábados volaba al mercado de Mirones, donde un muchacho de mirada triste alquilaba chistes e historietas por una moneda. Una de las más populares era la de ‘Sandokán’ , el pirata, llamado ‘Tigre de Malasia’. Siempre con su fiel lugarteniente, el portugués Yáñez. Sandokán, el príncipe rebelde, ejercía la piratería para librar a su reino de la tirana colonización británica, encabezada por el ‘rajá blanco’ James Brooke. Estas historias que nos tramontaban a lugares tan exóticos y desconocidos para un niño, se ubicaban en Asia, Malasia, India y me obligaban a utilizar mi fiel ‘Atlas del Perú y del Mundo’. Sabía que un periodista y escritor italiano, Emilio Salgari, era el creador del mítico personaje. Pero fue gracias a Mario Vargas Llosa , quien mencionó su nombre en su discurso de recibimiento del Premio Nobel de Literatura, que Salgari recibió el justo homenaje que se le escamoteó en vida. El más prolífico novelista vivió una vida miserable y tuvo un final trágico. Por eso las palabras de Vargas Llosa sonaban a merecida reivindicación: “El paraíso de la infancia no es para mí un mito literario, sino una realidad que viví y gocé en la gran casa familiar de tres patios, en Cochabamba, donde con mis primas y compañeros de colegio podíamos reproducir las historias de Tarzán y de Salgari”. Emilio Salgari nació en Verona, Italia, en 1862, en una familia de comerciantes. El joven Emilio no se enlistó en algún barco para surcar los siete mares, ni fue capitán como Joseph Conrad, que dirigió un barco que llevaba marfil del centro de África, y escribió una novela espeluznante sobre el tema, ‘El corazón de las tinieblas’. Salgari inició estudios para ser piloto naval en un instituto de Venecia, pero no terminó la carrera. La mayoría de sus biógrafos sostienen que los únicos viajes que realizó en barco no fueron a las turbulentas aguas del Caribe, el río Orinoco, Malasia, el Ganges o el océano Indico.

Apenas estuvo tres meses en una nave mercante en el mar Adriático. ¿Cómo entonces pudo elucubrar más de una veintena de inmortales novelas sobre piratas que encandilaron a millones de lectores? Es un misterio. Empezó a escribir en el periódico milanés ‘La Valigia’, en 1883. Pero un año más tarde, comenzó a publicarse por entregas la que sería su primera gran novela ‘El tigre de Malasia’, que inauguraría una saga histórica con el príncipe Sandokán. Sin embargo, la vida personal del escritor, que ya había sido contratado como redactor fijo en el periódico ‘La Nueva Arena’, iba a empezar a parecerse a sus escritos. Allí un colega lo insulta y Emilio lo reta a ‘duelo’. El ofensor termina malherido y Salgari pasa varios meses en la cárcel. Luego, el infortunio convierte su vida en una tragedia mucho más dolorosa que la de sus héroes. Su padre se suicida en 1889. Su reputación crece y es contratado por una gran editorial, que llega a tirar 100 mil ejemplares por novela. Se puede decir que era el autor que vendía más en el mundo, pero la enfermedad mental de su esposa, la actriz Ida Peruzzi, y las estrecheces económicas por las que pasaba, porque los editores le negaron sus derechos de autor, provocaron sus problemas psicológicos y profundizó su alcoholismo. Pese a su trabajo incansable escribiendo para tres editoriales, para pagar los costos de la enfermedad de su querida ‘Aída’, como llamaba a su mujer, terminó recluyéndola en un manicomio donde murió. Salgari fue otro hombre. Pese a que tenía cuatro hijos, vivía enclaustrado rumiando su odio por sus editores, cada vez más necesitado de dinero. Una tarde de abril de 1911, cogió una daga de Malasia, de esas que usaba su héroe Sandokán, y se suicidó haciéndose el ‘harakiri’ japonés. Pero antes dedicó unas breves palabras a sus enemigos más letales: ‘A vosotros, que os habéis enriquecido con mi piel, manteniéndome a mí y a mi familia en una continua semimiseria o aún peor, solo os pido que en compensación por las ganancias que os he proporcionado, os ocupéis de los gastos de mis funerales. Os saludo rompiendo la pluma’. La tragedia de la familia continuó aun al suicidio del escritor. De sus cuatro hijos, dos también optaron por el camino de su padre y su abuelo: se quitaron la vida. Romero en 1931 y Omar, el menor, en 1963. Increíble lo injusto que es a veces el destino. Si el autor más vendido de la última mitad del siglo XIX hubiese nacido en esta época, donde tantas plumas sobrevaloradas facturan millones, seguramente no se hubiera suicidado y viviría feliz. Al también autor de la saga ‘Los piratas del Caribe’, los niños y jóvenes de ayer y, hasta un premio Nobel, le tenemos una deuda impagable. Apago el televisor.

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