Del saque somos carnecita… Lionel Messi es único, diferente, humilde, humano, genio y, sobre todo, sano. Él solito no puede ganar los partidos. Que se ponga la 2, 4, 6, 8 y 11 en la espalda es imposible. Las imágenes de la final muestran cómo seis chilenos hambrientos, con el bisturí en los botines y listos para operarlo, lo rodean, lo acorralan. Agarraba el balón y emprendía la carrera mirando al sur o al norte. Uno, dos, tres y al suelo, al pasto. Ni una queja de dolor, porque los golpes no le hacen ni cosquillas. Nadie a su lado. Nadie para apoyarlo, darle un aire, un respiro. Higuaín no es Batistuta, Di María tampoco es Caniggia, ni Agüero es Burruchaga. La generación de Leo es de fase de grupos, de octavos, de cuartos, de cuando las ‘papas no queman’, pero no de finales. La de Diego Maradona era hecha para batallas y guerras, porque hasta Troglio y otros de taco 5 para abajo se transformaban con las ‘guapeadas’ de Bilardo, de Basile. Al ‘10’ le pedimos cosas como si fuese Dios, y es de carne y hueso. El domingo lloró como un niño y la pelota también derramó sus lagrimones, porque su ‘gran amor’, el que la trata con delicadeza, se quebró. Y su llanto es porque esta pena de no campeonar con Argentina sí le causa dolor. Esos que lo llaman ‘pecho frío’, que no tiene personalidad, ahora le suplican de rodillas que no se vaya. Su vitrina llena de Balones de oro, sus récords, sus títulos, sus goles maravillosos, de Play Station, de sueños y su fútbol, me dicen a mí que es el mejor de todos los tiempos, así no dé la vuelta olímpica con su país. Sí, señores…

En lo futbolístico, Chile es justo campeón. Espíritu guerrero y condición de equipo. Con un estilo de velocidad y dinámica que le da resultados. Con una columna vertebral: Bravo, Vidal y Sánchez en su mejor nivel. Barcelona, Bayern y Arsenal. Los tres se divierten en el ‘Metlife’, ‘Maracaná’, ‘Allianz Arena’ o cualquier templo del fútbol, como en la pista de su barrio. Bien complementados por un retaco como Medel, que cuando salta a la cancha parece de metro noventa y cuando hace la bronca, de dos metros. Con Jara, que te mete el dedo en los ojos, en la nariz, en la oreja y popó. Te aprieta, te incomoda y te pega. Con laterales como Isla y Beausejour que se proyectan como ‘verduguillos’ en el minuto 118 del suplementario y parecieran que están haciendo piques de calentamiento. Con Arangüiz y Fuenzalida, quienes pierden cuatro o cinco kilos de tanto desgaste y no se acalambran como los jóvenes en nuestro Clausura. Y con un Marcelo Díaz que distribuye como los dioses. Además de tener un GPS en la camiseta. Está en todos lados. Arriba, Vargas es un cazador de aquellos. Pestañeas y te clavó sin darte cuenta. Solo queda moverte. Es una selección de primer nivel. Aunque me gustaba más la de Sampaoli. Ese es otro tema. Ayayayayay…

El gran problema de Argentina es que carga una mochila de dos toneladas. La de no campeonar hace 23 años. Están traumadazos. En las finales del Mundial de Brasil, de la Copa América de Chile y Estados Unidos, no rindió ni el 50% de lo que venía mostrando en las fases anteriores. Y por coincidencia solo la zona defensiva ha estado a gran altura, porque perdió 1-0 con Alemania en suplementarios y con Chile dos veces (0-0) en los penales. Se le apaga la tele de mitad de cancha para adelante. El ‘Pipita’, que la rompe con 36 goles en el Calcio, juega con botas de vaquero porque no puede parar una pelota, pegarle bien al arco. El ‘Kun’, figura en la Premier League, cree que Maradona está de zaguero y lo va a chancar por su hija y se toca de nervios, se apresura cada mano a mano. Biglia y Banega irreconocibles. Di María no tomó su pastilla para el estómago flojo. Otra vez desaparecido del mapa. Rexuxa… Me voy, soy fuga.

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