Literatura: J. M. G. Le Clézio viene a Lima

Nuestro columnista habla sobre la llegada del escritor francés J. M. G. Le Clézio, ganador de un Nobel.

Nuestro columnista habla sobre la llegada del escritor francés J. M. G. Le Clézio, ganador de un Nobel.

Nuestro columnista habla sobre la llegada del escritor francés J. M. G. Le Clézio, ganador de un Nobel.

Este Búho se entusiasma con la próxima edición de la Feria Internacional del Libro que, a diferencia de años anteriores, tendrá como invitado de honor a un Premio Nobel. Se trata del francés Jean-Marie Gustave Le Clézio (Niza, 1940), un escritor con amplia producción literaria y además un trotamundos incansable, pues su primera aventura la inició a los 8 años, cuando viajó a África para conocer a su padre.

En este punto, se puede comparar la infancia de Le Clézio con la de Mario Vargas Llosa, quien conoció a su papá recién a los 10 años, después de creer que estaba muerto. Incluso, ambos en un conversatorio dijeron que guardan la imagen de su progenitor como un ser tirano y hostil. “Mi padre no era cómodo, era severo. Él era médico en época de guerra. Él me daba mucha angustia y miedo”.

Al igual que el arequipeño, Le Clézio pasó su niñez en el seno de una familia matriarcal y, someterse a la autoridad de su padre, fue un golpe emocional que marcó su existencia. Es por eso que coinciden en que la escritura ha sido una suerte de refugio en sus vidas. ‘Escribir era vencer el miedo’, dijo el francés.

De aquella época, sin embargo, Le Clézio también conserva otros recuerdos, como el de la indómita selva de Nigeria, en África, donde aprendió a defenderse de las serpientes, o las tardes que pasaba jugando con los niños de la aldea, quienes no hablaban su idioma ni tenían sus mismas costumbres, cazando termitas.

Si Mario Vargas Llosa volcó sus memorias en ‘El pez en el agua’, Le Clézio lo hizo en ‘El africano’, su libro más popular y mejor logrado, según sus más acérrimos admiradores. “No es una memoria difusa, ideal: la imagen de las altas mesetas, de los pueblos, las caras de los viejos, los ojos agrandados de los chicos roídos por la disentería, el contacto con todos esos cuerpos, el olor de la piel humana y el murmullo de las plantas. A pesar de todo eso, a causa de todo eso, esas imágenes son las de la felicidad, de la plenitud que me hizo nacer”, relata.

Y si Vargas Llosa en su juventud tuvo una fascinación desbordante por Europa, el francés la tuvo por Latinoamérica. Por eso vivió varios años en México, donde estudió la lengua maya, también pasó largas temporadas en Panamá, con tribus que ahora ya no existen. Fue en Centroamérica donde reencontró la motivación para seguir escribiendo. “Ahí recuperé mi fe en la literatura. Tenía una gran decepción porque me sentía inútil, aunque ya había publicado siete libros. Antes, todo me parecía noche y pesimismo”.

A propósito de su llegada a la Feria Internacional del Libro, el escritor reveló que es un amante de las obras de José María Arguedas: “Del Perú conozco principalmente a José María Arguedas, por el que tengo fascinación”. Tal vez esa visión cosmopolita, esa necesidad/curiosidad que lo llevó a conocer diversas geografías y culturas (Francia, Inglaterra, Estados Unidos, Nigeria, Uzbekistán, Corea del Sur, Panamá, México…), además de su buen uso del lenguaje, le sirvieron para hacerse del reconocimiento máximo.

“Es un autor de nuevas excursiones, de la aventura poética y del éxtasis sensual, explorador de la humanidad, dentro y fuera de la civilización actual”, explicaron los académicos escandinavos al entregarle el Nobel el 2008. Muchos criticaron su premiación, pues lo consideraban un escritor menor, que no daba la talla y que incluso hubo un ‘lobby’ para hacerlo ganador. Pero con el transcurso del tiempo, Le Clézio ha demostrado, con casi medio centenar de libros, entre novelas, cuentos, poesía, ensayos, relatos de viajes, memorias, ser uno de los autores más sobresalientes de la época. Es esa vida intensa, cargada de viajes y experiencias insólitas, que ha nutrido su literatura. Y es a esos autores a quienes deberíamos leer con atención. Apago el televisor.

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