Un maestro ‘parchapelotas’ en Lima Norte. Si se pincha una pelota en el barrio, todos corren hasta donde está Plasco Núñez (62), el ‘parchapelotas’ del mercado de Caquetá. Con treinta años de experiencia, este vecino de San Martín de Porres es un capo en estos menesteres.

¿Cómo empezó con este trabajo?
Empecé como zapatero, mi papá arreglaba diferentes tipos de calzado y yo lo ayudaba desde los 16 años. De ahí, ya tenía una idea de cómo trabajar el cuero (material más común de las pelotas).

O sea, ¿adaptó el trabajo de la zapatería a los balones?
No exactamente, este trabajo tiene algo de zapatería, pero tuve que aprenderlo aparte. Teníamos un coleguita que se encargaba de arreglar balones de fútbol, así que cada vez que llegaba una pelota yo observaba cómo la reparaba y así fui aprendiendo.

¿Por qué decidió dejar la zapatería por las pelotas?
Porque me permite manejar mejor mis horarios. Me deja, por ejemplo, almorzar tranquilo porque nadie pelotea durante el almuerzo (risas).

¿Usted pasea por las calles arreglando pelotas?
No, siempre he estado acá en el mercado de zapateros de Caquetá. Lo que pasa es que cuando paseas en triciclo la gente no te encuentra. En cambio en un lugar fijo puedes tener caseritos que te buscan a diario.

¿Cuántas pelotas ha reparado en un solo día?
He llegado a arreglar más de cuarenta pelotas en un día. Todo depende del material y de qué tipo de problema sea.

Por ejemplo…
Se puede reparar una pelota con costura o pegamento cuando está reventada. Se cose el corte y por dentro se echa un líquido que sella la rotura del balón. En otros casos, cuando es de plástico (para niños) se utiliza cuchillo caliente para cauterizar el hueco.

Las pelotas han ido evolucionando con el tiempo, ¿son más difíciles o fáciles de reparar?
Ahora es más sencillo porque tienen parches largos y eso es más fácil para trabajar, por una cuestión de comodidad.

Usted debe ser pelotero, ¿o no?
Ahora ya no, los años ya pesan. Pero cuando era joven sí jugaba seguido. Y si se reventaba la pelota yo mismo era, el fútbol no puede parar.

¿Y sus hijos?
Mi hijo cuando era joven jugaba bastante, pero ahora por el trabajo ya no mucho. Es mi único hijo, me dio una nietecita hermosa.

Acá los jóvenes lo deben conocer y querer…
Algo (risas), algunos chicos ya me conocen y vienen de frente a decirme “Tío, tenemos pichanga, arréglenos el balón, pues”. Y tengo que hacerlo lo más rápido posible. Lo bueno de mi trabajo es que de alguna forma promueve el deporte.