“Los momentos difíciles y dificultades nos sirvieron para hacernos fuertes y luchar por salir adelante”, dice Nemecio Torvisco, quien quedó huérfano de padre cuando apenas tenía 4 años. Tuvo que aprender a trabajar la chacra en su pueblo, San Juan de Chacña de Abancay, para ayudar a su madre.
A los 9 años, emigró a Lima junto a sus seis hermanos y vendió golosinas en El Agustino para costear sus estudios. Con el pasar del tiempo, su hermano Alejandro lo ‘jaló’ a la empresa donde trabajaba y repartieron latas de pintura en bicicleta.
Al ver que había una oportunidad de negocios, los hermanos Torvisco reunieron sus ahorros, alquilaron un local y empezaron a preparar pinturas en una olla.
Ustedes son una historia de éxito, ¿es verdad que vendían latas de pintura y las repartían en sus bicicletas?
Sí, trabajamos en la empresa de mi tía y vendíamos las pinturas en una bicicleta.
En ese tiempo, ¿qué fue lo más duro que vivió?
Lo más duro fue la niñez, es difícil quedarse sin padre. Ayudábamos a mi madre a cosechar y cuando cargábamos la cosecha al caballo, el peso nos vencía y terminábamos con todo en el suelo, mi madre nos veía y lloraba.
¿Qué les inspiró a hacer empresa?
De niños decidimos salir adelante y teníamos que velar por nuestra madre.
¿Cómo se iniciaron el negocio de pinturas?
Mi hermano Alejandro trabajaba en una llantería, luego aprendió a hacer pinturas y en esa fábrica me jaló para que yo vendiera. Hicimos muchos clientes, quienes nos decían que hagamos un negocio.
¿Con qué capital lo hicieron?
Con nuestros ahorros. Empezamos con un local de 100 metros cuadrados y una ollita en el piso.
¿Es verdad que los estafaron?
Sí, con el alquiler del local en Santa Anita, pero salimos adelante.
¿Cómo fue su primera oficina?
Compré esteras y cerqué el lugar, luego conseguí un balde de aceite que me sirvió como escritorio y un galoncito de pintura que era mi silla.
Son una empresa familiar, ¿cómo toman las decisiones?
Nos hemos repartido las funciones. Alejandro es el gerente general, Prudencio se encarga de las ventas y yo soy gerente financiero.
¿Alguna vez hubo disputas o peleas por malas decisiones que se hayan tomado?
Hasta ahora no.
¿De dónde cree que le nace el espíritu para hacer empresa?
Por la necesidad, tuvimos una niñez muy sufrida y eso hizo que tengamos fuerzas. Ahora pisamos tierra, yo no me siento dueño de Anypsa, vivo en Comas junto a mis hermanos, que tienen sus casas al lado mío.
¿Con cuántas personas trabajan?
Con 600 personas.
En ese negocio hay altas y bajas, ¿la desaceleración de la economía les está afectando?
Sí, bastante. Hay incertidumbre en las constructoras, de quienes nosotros dependemos. El dólar sube, nosotros compramos los insumos en esta moneda y vendemos en soles.
¿Cuánto facturan actualmente?
Estamos llegando a los 240 millones de soles.
¿Qué consejo le daría a los jóvenes que quieren ser igual que ustedes?
Ser perseverantes, responsables, disciplinados y tener ambición sana. Cuando yo empecé, era pequeño; ahora soy más grande que las empresas antiguas, como marca somos número uno y ocupamos el segundo puesto como empresa.
¿Admira a algún empresario peruano?
Sí, a Dionisio Romero.
¿En qué gastan su dinero?
Reinvertimos en la empresa. Si me pongo a gastar, no viviría en Comas.
¿Es necesario tener un buen capital para iniciar un negocio?
No.
Ustedes son paisanos de Tulio Loza, de Abancaycito. ¿Han hecho alguna inversión en su pueblo?
En mi pueblo directamente no, pero queremos hacer una empresa.
¿Proyectos?
Queremos abarcar el exterior, pero nos falta el mercado local, más aun sabiendo que se vienen otras empresas y tenemos que hacer respetar la casa.