Contarlo Todo

Nuestro columnista habla sobre el libro ‘Contarlo Todo’ de Jeremías Gamboa.

Redaccion Trome

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Jeremías Gamboa

Este Búho acaba de leer ‘Contarlo todo’, del escritor peruano Jeremías Gamboa. A sus 40 años, Gamboa proviene de las canteras del periodismo, donde trabajó como redactor para revistas como ‘Caretas’ o ‘Somos’, mientras paralelamente estudiaba Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Lima. Contra lo que se pudiera pensar, el escritor no es de familia acomodada. Estudió gracias a una beca y vivía con sus tíos en el populoso barrio de Santa Anita. Su tío trabajaba como mozo en una pizzería en Miraflores, donde siempre llega a comer el locuaz y extrovertido periodista de la revista ‘Proceso’, Francisco de Rivera. El tío le comenta que su sobrino estudia para periodista en la universidad y le ruega que le consiga una práctica. Entre la incredulidad del periodista, que también es escritor, al pensar cómo un mozo con la magras y escasas propinas que recibe puede costear una universidad como la de Lima, y conmovido por la audacia del hombre que depositaba en su mesa con amabilidad un exquisito plato de fetuccini a la boloñesa y una copa de buen vino, le propone que vaya el lunes a su oficina en el Centro de Lima con el muchacho. Así empieza. No hay fronteras entre la realidad y la ficción, tan solo algunos nombres superpuestos, pero que hacen distinguibles a los personajes de carne y hueso. Así tenemos que De Rivera no sería otro que Fernando Ampuero, quien fuera por años subdirector de la revista ‘Caretas’, publicación donde ‘Gabriel Lisboa’ o Jeremías llegó tímidamente a iniciar sus prácticas en aquellos convulsionados mediados de los 90 en el gobierno de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos y se avecinaba un conflicto con Ecuador. El periodismo, para muchos escritores consagrados, ha sido el punto de partida o el premio consuelo, mientras subyace en lo profundo de su ser el ideal máximo: ser escritor.

Una de las más hermosas historias sobre ese tránsito convulsionado, nebuloso o estrambótico, según sea el protagonista, la escribió Mario Vargas Llosa en dos de sus novelas. La inmensa ‘Conversación en la catedral’, donde su álter ego, Zavalita, ingresa chibolito a la redacción de Policiales y lo que más aprende es a conocer bulines y emborracharse. Y ‘La tía Julia y el escribidor’, donde ‘Marito’ es un joven aspirante a escritor pero, para sobrevivir, tiene que trabajar dirigiendo un noticiero de Radio Central, de propiedad de los empresarios ‘Genaros’, Genaro Delgado Brandt e hijo, Genaro Delgado Parker. ‘Marito’ editaba un noticiario especializado en catástrofes del mediodía mientras enamoraba a la tía Julia. También Jaime Bayly se basó en su precoz experiencia como redactor de un diario, en su muy buena y estrambótica novela ‘Los últimos días de La Prensa’. Pero en estos casos, los protagonistas provenían de las llamadas clases acomodadas. Miraflorino, Vargas Llosa. San Isidro, Bayly, que vive con sus abuelos a quien Velasco expropió su hacienda de naranjas en Huaral. La historia de Gabriel Lisboa es la historia de miles de peruanos del nuevo siglo. La de los emergentes. Migrantes que llegan a la periferia de Lima, estudian en colegio nacional y por destacar en estudios u olfato para el negocio logran el triunfo. En el caso de Gabriel, el objetivo de su vida es ser escritor. El camino es tortuoso. Es un tránsito como el de Dante de ‘La divina Comedia: el infierno, el purgatorio y el cielo’. A diferencia de las novelas de Vargas Llosa, donde el protagonista mantiene la solitaria compañía de un amigo fiel, en ‘Contarlo todo’, Gabriel mantiene un grupo con delirantes jóvenes poetas de su universidad o la calle. Recorren antros, fuman hierba, esnifan (aspiran) coca, se amanecen con decadentes prostitutas, pero lo cuenta de manera ‘zanahoria’ y pareciera que lo escrito no merece ese título, ‘Contarlo todo’. Como que se hubiera guardado muchas más cosas, como el desarrollo de algunos personajes que en carne y hueso son riquísimos. Ciertos periodistas de ‘Proceso/Caretas’ aparecen apenas abocetados y poco desarrollados. Algunos no le perdonan el hecho que fuera apadrinado por el mismísimo Mario Vargas Llosa, quien afirmó de él: ‘Un escritor perfectamente dueño de sus medios expresivos, que sabe concentrarse en lo esencial, que es siempre contar una historia bien contada’. Bien por Jeremías. Apago el televisor.