‘Manhattan Transfer’

Nuestro columnista habla sobre el escritor John Dos Passos.

Redaccion Trome

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John Dos Passos

Este Búho leía al gran escritor norteamericano John Dos Passos a escondidas, en solitario, en el estadio de San Marcos a inicios de la década de los 80. Un libro que resultó trascendental, en mi manera de ver la vida y las ciudades: ‘Manhattan Transfer’. Escrito increíblemente en 1925, llegaba en una edición popular de tapa dura de la editorial Bruguera. ¡¡Lo comprabas en los quioscos de periódicos a 10 soles al cambio actual!! John Dos Passos sorprendió al mundo al presentar por primera vez como protagonista no a un héroe o una heroína. La protagonista de su inolvidable novela fue ‘La gran manzana’, Nueva York, de principios de siglo. Sus protagonistas son personajes tan disímiles. Pobres diablos, abogados ambiciosos, hijos millonarios que se van al desbarrancadero por el alcohol y el pesimismo. ‘Manhattan Transfer’ era el nombre de la estación de tren en Nueva Jersey, que te llevaba a Manhattan, con sus gigantescos edificios y oficinas donde se cocinaba el poder económico que era el imán de los inmigrantes y forasteros que llegaban con los bolsillos agujereados. En la novela, la lección final sobre esa ‘Gran manzana’, que te podía encumbrar o destruir, era el siguiente: Podrás alcanzar el dinero y la fortuna, o el amor, pero nunca te sentirás satisfecho. Todos los personajes de la historia tienen que renunciar a sus valores o a sus sueños con tal de ganar algo, de posesionarse en una ciudad que te engulle rápidamente como un bocadillo de bufé para misios. Dos Passos es radical. Ve a la ciudad con ojos profundamente críticos. Médicos que hacen abortar enfermeras, banqueros que se acuestan con secretarias, pobres y ricos no tienen escrúpulos. Luchan por tener algo de dinero. Policías corruptos o gentuza, como Jimmy Herf, caserito en las novelas del maestro, un burgués idealista.

El único personaje de la novela que se resiste a claudicar en sus principios, Bud Korpening, acaba tirándose al río. Una bella y famosa actriz se casa tres veces, pero no ama a ninguno de sus potenciales esposos, solo muere por un jovencito, hijo de un millonario, que dedica su vida a alcoholizarse. ‘Prefiero tener whisky en las venas que sangre’, sostiene sombríamente. Al final abandona a la famosa actriz para casarse con una mujer humilde y muere en un incendio en su sencillo departamento. Patético, trágico. Un abogado ambicioso, marido de la referida actriz, es testigo de un atropello a un indigente. Ese letrado representa, en un juicio, al accidentado y gana. Increíblemente le otorgan una suculenta indemnización al humilde atropellado y la invierte en el contrabando. Al final termina multimillonario, pero infeliz. El abogado también tiene su premio: logra ser fiscal de distrito. Nadie en Manhattan daba puntada sin hilo. El indigente invierte bien su plata. Así es Nueva York. Ciudad de sueños cumplidos y pesadillas. En el plano de la técnica narrativa, el autor innovó completamente. Nunca antes se habían incluido en una novela recortes de diarios. Toda la narración está llena de collages. La escritura lineal muere con la innovación de este norteamericano de ascendencia portuguesa. Introdujo el género periodístico que, décadas más tarde, recogerían Truman Capote y Norman Mailer. ‘Manhattan Transfer’ es una novela cruda y social. Hijo de abogado y graduado en Harvard, Dos Passos viajó a España para estudiar arquitectura. En la Primera Guerra Mundial participó como conductor de ambulancias en Francia e Italia. Miembro de la llamada ‘Generación perdida’ con Ernest Hemingway y Scott Fitzgerald, el escritor apoyó en España a la República Democrática que había sufrido un estallido golpista con el cavernario Francisco Franco. Esa experiencia sería decisiva en el brusco viraje de su pensamiento político, de la izquierda a la derecha. Y todo por quien fue su amigo y luego su enemigo: Ernest Hemingway. Este columnista ha viajado a Estados Unidos. He recorrido las calurosas playas de Miami Beach, disfrutado el sunset en Ocean Drive o en el Atlántico, en la playa Venice, donde se filmaba ‘Baywatch’. Pero creo que conozco más Nueva York sin pisarla. Por mis lecturas y películas. Algún día recorreré las calles que describió el gran Dos Passos. Apago el televisor.