Sentado al borde de su cama, Pablo Huapaya (57) se abotona la camisa playera con la fatiga de alguien masacrado por la resaca. Se lava el rostro. Se pone una gorra. Se sirve un vaso de whisky para recibir el mediodía de un miércoles sofocante en Surquillo.
-¿Empezamos?
- Empezamos.
-Pero antes quiero dejar en claro algo: No deseo dar pena, yo soy un hombre feliz y sin remordimientos. Ah, y algo más, llámame ‘Manotas’.
-Perfecto.
-Bueno, si está aquí imagino que sabe lo que es la talidomida y la catástrofe que ocasionó en el mundo. Por eso me ha buscado, ¿verdad?
Su hogar es una pieza de 10 metros cuadrados, adornada con pósters de actores como Al Pacino, Sylvester Stallone, Marilyn Monroe, con fotos de su hija y de sus nietos, inundada de CD de películas de todos los géneros, con unas botellas de whisky por aquí y algunas cajetillas de cigarrillos por allá. Quiere que le llamemos ‘Manotas’ sin el menor remordimiento, aunque ese apodo se burle de su malformación congénita: la ausencia de sus manos y pies, gracias a la talidomida, la palabra que acaba de mencionar con dificultad y por la que lo buscamos.
La talidomida, esa palabra que el 'Manotas' aún no aprende a pronunciar pero que determinó su existencia, fue un sedante para tratar náuseas, ansiedad, insomnio y vómitos
en embarazadas. La compañía alemana Grünenthal desarrolló el fármaco en 1954. Se hicieron exámenes en monas, ratas y conejas preñadas y los resultados fueron positivos. Sin embargo, al distribuirla en mujeres gestantes, lo que ocasionó es considerado como 'la vergüenza de la medicina mundial', pues los bebés nacían con los miembros cercenados y morían. Pocos miles lograron sobrevivir. El 'Manotas' fue uno de ellos y ahora lo cuenta.
En aquellos años mi madre trabajaba en la casa de una familia de apellido compuesto y muy poderosa. No sé si valga la pena contar de manera detallada, pero lo haré. Mi madre y el hijo de su patrón se enamoraron. Y ella quedó embarazada.
-Imagino el escándalo...
-Sí. Fue un escándalo en esa familia. Para esos años, te hablo de 1968, el año de mi nacimiento, la talidomida ya se distribuía en Perú, pero sólo en los círculos exclusivos. Claro que calmaba los síntomas del embarazo, pero en dosis excesivas generaba el aborto. Y era lo que esa familia quería.
-Pero usted nació.
-Sí, y mire cómo nací.
El 'Manotas' no utiliza un tono quejoso cuando habla de su ‘discapacidad’. Es más, se siente orgulloso cuando lo menciona. Imagina que si hubiera nacido 'completo', ahora sería un vago, un alcohólico o un drogadicto. Quién sabe, se dice. Pero el doble reto que le plantó el destino -y el fármaco- hicieron que disfrute cada triunfo como el último trago de su vida, como ahora disfruta el whisky, como ahora disfruta hablando del cine. Evoca sus recuerdos en voz alta. Entonces recuerda al tío que fue conserje en el emblemático ‘Porteño’. Recuerda su primera chamba como controlador. Recuerda ‘Help!’, protagonizada por los Beatles, la primera película que vio. Recuerda ‘Amor sin barreras’, de Robert
Wise y Jerome Robbins, como la que más le impactó. Y hasta hoy su vida sigue ligada a aquella actividad, pues es programador de un rancio cine en Surquillo, especializado en proyectar filmes para adultos.
-¿Si alguna vez me deprimí? Ja, ja, ja. Tal vez en la adolescencia. Pero mi tío Juan Manuel me desahuevó, me dijo que la discapacidad de una persona no está en la falta de algún miembro, sino en la falta de cerebro o de actitud. Todo esto me ha servido para luchar el doble.
-¿Nunca ha sentido alguna mirada incómoda?
-Para nada. Mira, en mi barrio me dicen 'Manotas', 'Cinco dedos de furia', 'La mano que mece la cuna', 'El hombre manos de tijera' y me cago de risa. Qué me voy a sentir mal, estoy hecho a prueba de todo.
-Algo debe molestarte…
-Sí, que la gente me tenga lástima, que crean que no puedo hacerlo. Compare’, yo puedo hacer todo, y todo lo hago bien. Yo soy feliz, incluso más feliz que aquellas personas que nacieron completas. Vivo mejor.
Al saberse sobre los efectos colaterales de la talidomida, el laboratorio la retiró del mercado, unos siete años después de su creación, en 1961. El saldo de aquella catástrofe fue: 15 mil nacimientos con malformaciones aproximadamente. La noticia a Perú -debido a la pobreza
tecnológica- llegó tarde, y ahí está el 'Manotas'. En la actualidad, diversas víctimas fueron indemnizadas, sobre todo las europeas. Algunos estados ayudan y colaboran con ellas. En Sudamérica, sólo lo hace Brasil. El proceso para la demanda y la búsqueda de justicia es engorroso. La Asociación de Víctimas de la Talidomida de España (AVITE) asegura que: "El procedimiento legal para percibir una indemnización o ayuda es solicitarla a la Fundación alemana estatal llamada Conterganstiftung für behinderte Menschen, pero hay que demostrar no solo que se es afectado por talidomida, sino que lo es de un medicamento del laboratorio Grünenthal, cosa que 50 o 60 años después es absolutamente imposible".
-Tal vez inicie una demanda, tal vez no, aunque sabes, yo estudié en el colegio 'La alegría del señor', donde tuve una profesora alemana, Rosa María Stembler, que nos dijo una vez: No hay que lucrar con nuestra discapacidad.
-¿Nunca lo has hecho?
-Jamás. Incluso alguna vez me ofrecieron grabar un comercial para una marca de máquinas de afeitar y me negué. Me ofrecieron 10 mil soles. Aunque ahora me arrepiento, ja, ja, ja.
Pablo Huapaya, el 'Manotas', sorbe un poco de whisky, enciende un cigarrillo y mira la hora en su celular. No falta mucho para iniciar su jornada laboral. Antes de marcharse ingresa a su habitación, donde una colombiana duerme como una roca, la sábana con la que está cubierta dibuja la silueta de una mujer delgada y pequeña. Él le da un beso de despedida y antes que se lo preguntemos dice:
-Es mi firme, mi mujer desde hace 5 años. Una linda colombiana que sabe quererme como soy. Dime, compare’, ¿acaso tengo que envidiarle algo a alguien? Tengo un trabajo, un techo, salud y una jeba. ¿Qué más puedo pedirle a la vida?
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Textos: Johnny Valle | Fotos: Giancalo Avila | Edición de video: Percy Vargas
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