No puedes esperar los resultados de tu examen, no dejas de mirar el teléfono cuando esperas una llamada. Si estos episodios se te hacen conocidos, entonces eres una persona impaciente. Y aunque no lo creas, esta conducta puede activar estados de impulsividad e intolerancia a la frustración.
El psicólogo y psicoterapeuta Manuel Saravia explica que las personas impacientes no tienen fobia al tiempo, sino ‘fobia’ a la espera, tienen una necesidad de inmediatez. Es por ello que viven expectantes y con mucha angustia, porque el contexto, por lo general, no se ajusta a sus demandas. Se puede sufrir enormemente siendo impaciente, ya que el entorno no suele entenderlo.
Además, la impaciencia tiene repercusión en las relaciones personales y laborales y, en ocasiones, en el bienestar físico, debido a que quien lo experimenta puede desarrollar trastornos psicosomáticos por los fuertes estados de ansiedad y estrés.
Es muy importante aprender desde pequeños que hay que buscar el beneficio de lo que hacemos a mediano y largo plazo, y que la mayoría de las veces merece la pena esperar y tener paciencia, porque el beneficio será mayor.
DESDE CHICOS
Los niños habitualmente no tienen paciencia. Quieren algo y lo quieren ya. El adulto tiene que enseñarles a modular esto, frustrando en ocasiones su deseo inmediato, de modo que les haga ver que hay que esperar para conseguir las cosas.
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