'Pancholón' da cátedra

El fotógrafo Gary comenta otra de las aventuras de su gran amigo.

Redaccion Trome

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El Chato Matta llegó al restaurante bronceadito. Había estado en una playa del sur y parecía un camarón. Se pidió un pez espada a la plancha con ensalada fresca y limonada frozen. “María, Pancholón es un personaje de aquellos. Me timbró cerca de la medianoche. ‘Chato, la noche es joven y la vida es una sola. Vente ahorita que estoy con mi fiel psicóloga y Pomareda. Vamos a abrir un Flor de Caña 18 años. Cuando llegué, la psicóloga le daba besitos en el cuello y le susurraba al oído ‘gordito, hazme el amor. Quiero más…’. Se alegró cuando me vio. ‘Causita me dijo, ese Álamo deja mal a los varones.

Me da pena. Tú sabes que tuve mi época de oro cuando mi programa radial tenía auspiciadores como Petroperú y la Backus, que me pagaban miles de dólares y viajaba por Sudamérica transmitiendo partidos de la Copa Libertadores y las Eliminatorias. Allí, mi viejito y colegas colombianos me pusieron ‘El emperador’. Paraba en salsódromos y me daba la gran vida. Había una mancha que me seguía a todos lados. Pero cuando los auspiciadores me cortaron el caño, cerró mi programa radial y no podía pagar las cuotas del carro, desaparecieron todos los chupamedias. La vida es una ruleta, estás arribao abajo, el hombre debe ser parador y no tarado. Igual es con las mujeres.

Nunca te regales como si estuvieras mendigando un poco de cariño. Ellas deben llegar a ti solitas. Mi táctica es carisma, floro, chispa y mis historias. En la pista de baile tener ritmo y saber apretar la cinturita y avanzar en el momento justo. A mí me timbran las mujeres, por eso tengo tres celulares. Uno se queda en mi estudio, otro en la maletera de mi carro y el oficial que entra a mi casa. Álamo está en decadencia, las mujeres odian cuando les dices ‘yo antes tenía mucha plata’, ‘era poderoso y tenía mujerones’. Ninguna que se estime le da ‘sajiro’ a un tío que vive del pasado. Por eso una atrevida le mentó la madre y le dijo ‘¡viejo decrépito!’. Sentí vergüenza ajena. En esta selva, hasta los depredadores podemos tener nuestro Waterloo. Recuerdo que por mujeriego me fui de cara en Paraguay. En una discoteca conocí a la Miss Asunción. Me chequeaba desde que llegamos con varios periodistas.

Se le mandaron varios y los choteó a todos. Pero conmigo se derritió. ‘Estoy ganador’, pensé. Nos fuimos a un hotel y pidió el champán más caro. Fui al baño y salí como Adán. ‘Salud, peruanito lindo’, me dijo la bella Fiorella. ¡Tilsa era un chancay de a 5 céntimos a su lado! Fue lo último que recuerdo. Desperté en una clínica. Mis amigos peruanos estaban a mi lado. Ellos me dijeron: ‘Pancho, pensábamos que te íbamos a llevar en un cajón a Lima. Esa maldita, como te vio gordito, te pepeó con una dosis doble’. Toqué mi cuello y ¡nooooo! Mi cadenón de oro de 24 quilates, de casi medio kilo, había desaparecido. Regresé al Perú derrotado y asimilé la lección: No hay que botarse con los calzoncitos sucios enseñando oro y la billetera”. Ese señor Pancholón es un cochino. Ojalá no termine como Álamo. Me voy, cuídense.