Este Búho ingresó al túnel del tiempo, al asistir a toda la fiebre que significó el estreno mundial de una nueva saga de ‘Star wars, el despertar de la fuerza’. Ya la televisión por cable nutrió a los nostálgicos de maratónicas repeticiones de todas las películas anteriores. Desde que se estrenara en mayo de 1977 hasta la última. Este columnista disfrutó con su hija toda la tarde y la nochecita con canchita y mazamorra morada. Me sorprendió que se enganchara a la serie y se divirtiera con las aventuras del entrañable robot R2D2, ‘Artudito’, en la pronunciación en inglés, pero en mi barrio de Mirones lo bautizaron como ‘Arturito’. Nunca olvidaré que me quedé impresionado cuando vi primera película de la saga que, en realidad, sería la sexta en el mítico cine Mirones, que hoy ha sido vilmente demolido para construir edificios de departamentos en un terreno que albergó por años a los más chacoteros cazueleros de la unidad. Esa primera entrega fue la que despertó la admiración mundial por los novedosos efectos especiales. George Lucas, el director, sorprendió al mundo al presentar algo más que un filme de ciencia ficción clásico. Era muy distinto a otro filme épico del género, ‘2001, odisea del espacio’ del gran Stanley Kubrick. Pero la película de Lucas le añadía humanidad, a los personajes de esa extraña galaxia. Parecía por momentos una coboyada. La presencia de Han Solo (grande Harrison Ford) podía ser fácilmente un pirata o un vaquero como ‘El llanero solitario’ que, en vez de tener a su fiel indio ‘Toro’, tenía a un monstruo gigante y peludo (Chewbacca) que emitía gritos que solo entendía su piloto jefe de la inolvidable y polvorosa, pero velocísima nave ‘Halcón milenario’.
Han Solo era contrabandista, y se robó el corazón del público en desmedro del pintón Mark Hamill, que encarnaba a Luke Skywalker, quien pese a que fue quien que destruyó la nave imperial y derrotó, en esa oportunidad, al siniestro Darth Vader, fue Solo el que se quedó con el corazón de la bella princesa Leia Organa, interpretada por la carismática Carrie Fisher.
Los androides se robaron el show y nos tramontaban a ‘Perdidos en el espacio’, la recordada serie de TV con el robot de Will Robinson. C-3PO, ‘Citripio’, era un mate de risa: franelero, patero y cobarde, siempre regañando a su compañero que sin hacer mucho número salvaba a los protagonistas. Esta nueva saga ha despertado mucha expectativa, porque después de ¡más de 35 años! se volverían a encontrar con Han Solo, la princesa Leia y Luke Skywalker. El argumento del nuevo filme se mantuvo bajo siete llaves y fue el secreto mejor guardado de Hollywood, gracias al impenetrable nuevo director, J.J. Abrams, un hombre que sabe lo que quiere y que solo el podía tomar la posta de Lucas. No seré yo quien devele en misterio a los lectores. Recomiendo que vayan a verla. Tiene mucho que ver con la película de 1977, pero el tiempo es implacable. Sobre todo con Carrie Fisher, que ya no se parece a Leia, pero Harrison Ford está menos maltratadito. A diferencia de la primera parte, filmada en plena época de la música disco. Hay una parte inolvidable, en el bar donde se encuentran Luke con Obi-Wan Kenobi, y quien estaba con Chewbacca en el local lleno de ciudadanos de todas las galaxias, uno más horroroso que otro. Mientras una banda de alienígenas toca un tema clásico, que popularizara Meco Monardo ‘Star Wars-themed bar’. Allí un alienígena deforme quiere hacerle daño a Luke y Obi le corta el brazo con su láser. Ahora también hay una escena similar, pero no con tanta alegría, y la banda de alienígenas toca un reggae suave. El lugar es más lúgubre, las sombras parecen que caen sobre Han Solo y jóvenes nuevos amigos. No digo más. Después de tantos lustros la vi con lentes 3D y no en la cazuela del cine de mi barrio. No puedo escribir nada más porque se vienen dos partes más y cualquier cosa puede suceder en aquella lejana galaxia. Que la fuerza los acompañe. Apago el televisor.
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