‘Dos besos’

El Búho’ nos comenta ‘Dos besos’ la nueva película del peruano Francisco Lombardi.

Redaccion Trome

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Francisco Lombardi

Este Búho tiene íconos en la cultura peruana. En términos menos pomposos y de barrio, diría que soy ‘hincha’ de Mario Vargas Llosa, Julio Ramón Ribeyro y Manuel Scorza en narrativa. No hablo de poesía, porque allí, en el Olimpo, los respeto demasiado. En música, el gran Miki Gonzales, el primigenio grupo Del Pueblo, Arena Hash y Pedrito Suárez-Vértiz. En cine, el gran Francisco Lombardi, como también el ‘viejo’ Armando Robles Godoy. Pero siento que por razones ajenas al cine, a ‘Pancho’ no se le trata en el país con el respeto que se merece. Su cine marcó mi visión del Perú, desde que chibolo, cachimbo sanmarquino, vi esa notable reunión de cuentos, llamados precisamente ‘Cuentos inmorales’. Primero, me impactó que el mejor cuento de aquella película de 1978 se filmó en un canchón, un bar de la avenida Grau, donde los sanmarquinos esperábamos el famoso ‘Burro’, que nos llevaba del comedor de Cangallo, al costado de la morgue, la entrañable ‘muerte lenta’, a la ciudad universitaria.

Lombardi era un director preocupado por darle al espectador, adicionalmente a la temática del filme, una escenografía impactante, que alimentaba aún más la trama. Allí están la referida ‘Cuentos inmorales’, el bar, el burdel. ‘Maruja en el infierno’, ese vagón abandonado a orillas del pestilente río Rímac. El claustrofóbico Colegio Militar Leoncio Prado, en ‘La ciudad y los perros’. La increíble amazonía en ‘Pantaleón y las visitadoras’. La playa, el tétrico hospital, en la incomprendida ‘Ojos que no ven’. Este año Francisco estrena ‘Dos besos’, después de cinco años. En ese lustro hubo cambios radicales en el cine nacional. Un tsunami a ritmo de tondero. Después de ‘Asu mare’ parecía que el cine peruano no iba a ser igual. Como nunca, un típico asistente a multicines con mi hijita, ese miércoles pasé por la alfombra roja, asistí al avant premiere de su última obra. Ni bien llegué, me recibió el propio Pancho.

‘¡Gracias por venir! Sé que no te gusta salir de tus multicines, ja, ja, ja. Solo te digo que te va a gustar’. No había más que hablar. A la salida, otra vez el propio director, que era acosado por decenas de amigos y artistas. Solo me esperaba para hacerme la pregunta de rigor. Lo vi en sus ojos, la expectativa. Sabe que he comentado de manera halagadora sus anteriores películas. Pero como decía el gran Juan Rulfo: ‘Después de publicada una novela, esta ya está muerta para mí’. Los cineastas son iguales. Yo le respondí, lo que a continuación escribo: ‘Pancho, estás contra la corriente y eso se valora’.

En una época donde las producciones dizque peruanas contratan actores de otros países para los protagónicos el extremo es que en ‘Magallanes’ los de la policía tienen el acento de Carlos Vives y Pablo Escobar o el ‘Pibe’ Valderrama, Lombardi apuesta por un casting notable. La protagonista nos robará el corazón, Mayella Lloclla, hermosa, puede ser la hija, el amor adolescente, la obsesión del vecino. Es la típica chica buena, que persigue un ideal. Como puede ser una guapa grifera o la chiquilla que nos atiende en Vivanda o Plaza Vea. En su caso, es una joven aspirante a actriz. Actúa en teatros alternativos, sin público. Asiste a clases libres en la universidad y le gusta el curso de Literatura que dicta un profe simpático, barbón como Lombardi, otoñal como este Búho, pero que no le quita los ojos a su guapita alumna libre.

Ella no se da cuenta de nada. Pero la esposa del profesor idealista es una siniestra porque en la visión de Lombardi la mayoría o todos los periodistas y comunicadores somos siniestros, sino recuerden al ‘Sinchi’ de ‘Pantaleón’ que se da cuenta que su marido está frecuentando ese teatrito y se ve con la jovencita. Hasta allí nomás lo cuento. El asunto es que el cineasta no presenta una Lima con cerros, monstruosa, él presenta alcobas donde hay una rutina, no hay sexo ni amor en los esposos, la acción está afuera, en ‘los otros besos’. Vemos mesas de desayuno, donde el padre y la madre no comprenden a una hija que se pasa todo el tiempo en la computadora, chateando, y su sueño es viajar a Disney World. Se los juro que la película me agarró el corazón y sé que también lo hará con los otoñales padres de familia. A los adolescentes les gustará la chibola, a las tías, un Javier Valdés, muy por encima del promedio y me agradaría verlo en otras películas.

Igual la esposa, la maquiavélica productora de TV, Wendy Vázquez, pétrea y estricta en la chamba, pero débil y a la vez manipuladora, a la hora de defender a su hombre. ‘Dos besos’ es eso. Besos a dos bandas, porque ¿quién en la vida no fue o deseó ser infiel? Francisco Lombardi ya llega a su total madurez, sin importarle ningún estereotipo. Es él mismo como cuando, al final, me presenta a su enamorada, una chica que podría ser su sobrina. Me reí y me vi en un espejo. Solo le hubiese puesto, a esa cinta, una canción del gran Marc Almond, de su época con Soft Cell, ‘Tainted love’, ‘Say hello, wave goodbye’. No se la pierdan. Apago el televisor.