Los hijos de Pablo Escobar

El Búho nos comenta algunas anécdotas familiares de Pablo Escobar Gaviria.

Redaccion Trome

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Pablo Escobar

Este Búho piensa que hasta el ser humano más maldito, como lo era el tristemente célebre narcotraficante colombiano Pablo Escobar Gaviria, ‘El patrón del mal’, tiene su ‘corazoncito’. El gran amor del hombre, que mandó a asesinar a miles de personas, era su hijita Manuela. A la que llamaba ‘Princesa’. A ella, el mafioso que fue considerado uno de los más ricos del mundo, según la revista ‘Forbes’, le cumplía todos sus caprichitos. Una vez, ‘El patrón’ le preguntó qué quería que le regalara para su cumpleaños. La niña inocentemente le dijo: ‘Un unicornio, papá. No tenemos uno en nuestro zoológico’. Porque anteriormente había construido un inmenso zoo en su rancho, con hipopótamos, leones, jirafas, elefantes, a pedido de la pequeña.

Después de pensarlo un segundo, llamó a su mano derecha, el siniestro sicario ‘Popeye’, y le ordenó comprar el mejor caballo blanco de pura raza y un grupo de cirujanos insertó en el pobre animal ¡¡un cacho de toro en la frente!! ‘Hijita, allí tienes a tu unicornio’. El sicario contó que la felicidad le duró pocos días, porque el ‘unicornio’ murió de una infección. Cuando Escobar cayó abatido por los escuadrones especiales del grupo de élite, su familia (su esposa y sus hijos pequeños, Sebastián y Manuela) inició un penoso periplo buscando un país para vivir lejos de la secuela de sangre y odio que había sembrado. Después de sufrir el rechazo de muchos países, Argentina los acogió.

Y desaparecieron. Hasta que años más tarde, un director de cine, Nicolás Entel, logró lo increíble. Realizó un documental donde reunió a un joven Sebastián Marroquín, el hijo de Pablo, junto a los hijos, casi de su misma edad, de los dos más importantes políticos que su padre mandó a asesinar: los hijos del ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, y el candidato presidencial Luis Carlos Galán. Allí, en ese encuentro, entre llanto, les pidió perdón por el terrible crimen que cometió con sus papás y también para todas las familias de sus víctimas. El documental se llamó ‘Pecados de mi padre’. Gracias a eso, Sebastián pudo regresar a Colombia y visitar la tumba de Pablo.

Pero de Manuela, no se sabía nada. La niña fue la más afectada, al destruirse el mundo de un hombre del que solo conoció su lado bueno, bondadoso. Solo se supo de ella cuando se publicó el libro dedicado a Manuela, del escritor José Alejandro Castaño: ‘Cierra los ojos, princesa’, que se va a reeditar en agosto. En el libro cuenta que cuando Escobar estaba en su escondite con su familia y sus lugartenientes se enfrentaban a la policía permitiendo su huida, el capo primero pintaba con plumón fino bigotes de ratita a su niña y le decía: ‘Tú eres una ratita y vas a escapar de los gatos que están afuera, es un juego’. En una escena calcada del filme de Roberto Benigni, ‘La vida es bella’.

Sebastián contó otra estremecedora anécdota que refleja la idolatría que tenía por su engreída. ‘Una vez, en una guarida que no tenía calefacción, Manuela tiritaba de frío. ‘Papá ordenó que trajeran un saco de los muchos que se apiñaban en un rincón. Vaciaron su contenido y un cerro de dólares se formó en el suelo y los quemó para calentar a mi hermana’. La muchacha, al cambiar de nombre, ahora es Juana Manuela Marroquín. Y, a diferencia de su hermano Sebastián, que es arquitecto y públicamente sale en defensa de su familia, porque el fantasma del ‘diablo’ Escobar los sigue persiguiendo, Manuela ha optado por el ostracismo. Quedó traumada por el horror que le tocó vivir cuando a los 9 años acabó abruptamente su cuento de hadas y su mundo se convirtió en un infierno.

Ya profesional y casado con una argentina, Sebastián le permite al escritor José Alejandro Castaño convivir con su familia para que cuente la historia de calvario que vivieron dos niños que no tuvieron la culpa de que su padre sea un monstruo. Pero el escritor señala: ‘Las semanas en que viví en la casa de la exfamilia Escobar, me reunía con Sebastián, su esposa y su madre. Nunca apareció Manuela. Siempre había una excusa: Está en el colegio, se fue de compras. Cuando iba a ciertos lugares de la casa y veía objetos de la niña, todo me parecía lúgubre y triste’.

La niña se peleó con Sebastián porque este le exigía que afronte la realidad y vuelva a vivir como él y su mamá, que ahora es profesora de coaching y propietaria de una empresa inmobiliaria. La muchacha sufre trastornos psicológicos que pueden derivar en intentos de suicidio. En la foto que ha dado la vuelta al mundo, de una Manuela en la actualidad, ya con 31 años, de tímida sonrisa, de rostro bello, ella solo parece un espejismo. A diferencia de su familia, la joven no puede reconocer ni superar la horrorosa historia de la que le hablan todos, de su ‘superhéroe’, el padre al que si se lo pedía, le podía bajar hasta la Luna, pero con dinero sucio y manchado de sangre. Apago el televisor.

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