Terroristas diabólicos

Nuestro columnista comenta el accionar de las agrupaciones subversivas en Medio Oriente.

Redaccion Trome

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Este Búho tiene que partir de una premisa para aclarar el panorama a sus lectores. La religión musulmana agrupa alrededor de mil 500 millones de fieles en todo el mundo. ¿Son todos terroristas como piensa, una buena parte de ciudadanos norteamericanos, al punto que piden que los expulsen del país? La respuesta es no. La culpa la tienen esos grupos minoritarios de musulmanes, que formaron grupos extremistas responsables de salvajes atentados, como los de Al Qaeda. Este grupo lo fundó el hijo de un millonario de la construcción árabe llamado Osama Bin Laden, entre agosto de 1988 y finales de 1989. Ahora está bien muerto y su cuerpo fondeado en algún lugar del mar. Pasó a la historia universal de la infamia al planear y ejecutar atentados que acabaron con la terrible tragedia del 11 de setiembre del 2001.

Por su culpa, miles de musulmanes pacíficos y trabajadores fueron señalados como terroristas. Pero muerto Bin Laden y debilitado Al Qaeda, ha surgido el temible califato terrorista del Estado Islámico (EI), uno de los más recalcitrantes y fanáticos intérpretes del fundamentalismo, al punto de no vacilar en decapitar, amputar miembros, crucificar y enterrar vivos a los musulmanes que no aceptan su extravagante fanatismo. Este grupo se hizo tristemente célebre por colgar en YouTube los videos de los precisos instantes en los que un líder del grupo decapitó a dos periodistas norteamericanos, James Foley y Steven Sotloff y culparon directamente al presidente Obama de condenarlos a muerte por ordenar ataques a Irak. Cuando la Casa Blanca emitió un comunicado donde reconocía los videos como auténticos, el mundo supo que Estados Unidos y sus aliados europeos no iban a quedarse con los brazos cruzados.

Obama, a las pocas semanas, lanzó un mensaje a la nación pidiendo públicamente al Congreso de los Estados Unidos, le autorice bombardear y aniquilar a los terroristas del Estado Islámico Yihadista en Irak. Los terroristas no esperaban tal magnitud en los bombardeos, tanto norteamericanos como de la aviación francesa. Es que, a diferencia de los de Al Qaeda, que se camuflan entre la población e incluso viven en residencias vecinas a cuarteles militares como el propio Bin Laden, los fanáticos del Estado Islámico sí ocupan un territorio, una zona solo accesible a caballo entre Siria e Irak. Allí los cabecillas han organizado una industria del crimen que les reporta, según información de inteligencia de la CIA, ¡tres millones de dólares diarios! Antes de los bombardeos, los del Estado Islámico contrabandeaban petróleo de once yacimientos controlados por ellos, roban a gran escala, trafican con personas, secuestran y extorsionan.

Tienen un líder, el sanguinario iraquí Abu Bakr al Baghdadi, que mantiene un control bajo el terror y la amenaza sobre más de once millones de musulmanes, la mayoría por la coerción y las amenazas. Están obligando a los creyentes de Alá a regresar a sus ciudades de origen. En Gran Bretaña editan una revista en ingles ‘Dabiq’, donde seducen con promesas: ‘no te preocupes, no pagarás alquiler, las casas se entregan gratis, no se cobran facturas de agua ni electricidad, se distribuyen gratuitamente kilos de alimentos’. Lo que no dicen es que esta ‘tierra prometida’ se hizo asesinando a los empresarios y musulmanes acomodados y a todo aquel que protestó por los atropellos.

En el extranjero, se calcula que hay alrededor de 12 mil fanáticos del Estado Islámico. Solamente en julio de este año, mil 400 extranjeros desubicados se enrolaron en sus filas. Uno de ellos, británico, ofició de verdugo en la decapitación de los dos periodistas norteamericanos. Aviones estadounidenses y franceses han bombardeado Sinyar, una de las ciudades donde se congregan estos fanáticos. Las bajas han sido considerables, pero no han minado la afiebrada sed de sangre de los yihadistas. Han ordenado a sus huestes ‘arrinconen al infiel estadounidense o francés o de cualquiera de sus aliados, inglés o australiano. Aplasten sus cabezas con una roca, atropéllenlos en sus autos, mátenlos con un cuchillo, estrangúlenlos, arrójenlos desde un lugar elevado o envenénenlos’. Diabólicos. Apago el televisor.