A la hora de tomar la decisión de embarcarte en una aventura emprendedora o no, surgen las excusas y los temores que nos hacen repensar si se trata de la mejor decisión o si se trata de un camino del cual nos terminaremos arrepintiendo de haber elegido.
¡Emprende Trome! Que no te gane el miedo. Generalmente, el principal temor que va a surgir en esta etapa de tu vida es el miedo fracaso. ¿Y quién no le teme al fracaso? Carlos Prado, Socio del Grupo Verona, a cargo de la División de Consultoría Estratégica, ha escuchado a decenas de emprendedores, muchos de los cuales han pagado horas de horas de asesoría para definir su emprendimiento, pero que finalmente tomaron la decisión de no emprender. Antes de que a ti también te pase lo mismo, Prado les recomienda a los ¡Emprende Tromes! que analicen primero sus circunstancias, para definir con claridad a qué le temen. Según Prado, existen cinco circunstancias diferentes que finen temores distintos.
1. El emprendedor que acaba de perder su empleo. Generalmente, frente a una circunstancia como esta, el emprendedor está sumamente motivado por la idea de realizar su propio emprendimiento. Pero inmediatamente le asalta el temor de perder estabilidad laboral o que sus ingresos terminen siendo menores, sobre todo si tiene carga familiar, por lo que ve por conveniente buscar nuevamente trabajo como dependiente. En este punto, el emprendedor teme desperdiciar la liquidación que le dejo su anterior empleo en una idea que podría no tener éxito.
2. El emprendedor que acaba de terminar sus estudios. En estos casos el emprendedor está altamente motivado, pero serán terceros los que intentarán socavar ese espíritu emprendedor, como los padres y los amigos, invocando al emprendedor a que lo piense mejor, cortándole las alas a su empuje e ingenio. Otro temor, ligado a su falta de experiencia y currículum, está relacionado a la falta de capital. Sin embargo, apunta Prado, la gente joven termina sobreponiéndose a las excusas y termina por emprender.
3. El emprendedor estable con temor al cambio. En el caso de las personas estables, que de pronto les va bien como dependientes, pero que tienen el “bicho” de querer emprender, el temor qué más las asalta es el de terminar dedicándole muchas horas y sacrificio a algo que de pronto no va a funcionar. Según Prado, existen muchos ejecutivos que contratan horas pagadas de consultoría para definir sus negocios, pero terminan arrepintiéndose, porque están más seguras recibiendo su pago mes a mes sin ninguna preocupación. En este caso, el factor seguridad es el más importante de todos. Pero lo que muchos olvidan es la satisfacción personal que da el realizar los sueños, algo por lo que muchos, después de algunos meses o años de miedo, terminando tomando la decisión de emprender.
4. Buenos técnicos pero malos administradores. Muchos emprendedores, como el caso de las cocineras con buena sazón, quieren desarrollar su negocio propio en el rubro de la gastronomía, pero saben que no son buenas o no tienen los suficientes conocimientos de gestión de negocios, administración o contabilidad, por lo que temen no poder atender las diferentes necesidades que exige que un negocio tenga éxito. En estos casos, muchas veces los emprendedores resuelven su temor contratando a una persona que se encargue de los temas administrativos para poder dedicarse a emprender.
5. Los jubilados con espíritu emprendedor. Finalmente están aquellas personas mayores que están cerca de jubilarse, que toda su vida han soñado con emprender un negocio propio, pero que no lo han hecho por no perder un ingreso fijo mensual. Sin embargo, ahora que los hijos están grandes y que la carga familiar es menor, quieren recuperar ese espíritu emprendedor, pero tienen miedo de arriesgar el dinero de su jubilación. En estos casos, Prado ve que existen dos tipos de personas: los jubilados que quieren arriesgar poco, que compran un inmueble para alquilar, y los jubilados que con el mismo dinero deciden emprender, tanto en negocios como inversiones, y obtienen más renta.
En general, Prado advierte que el nivel de rentabilidad es proporcional al riesgo que corre la persona. Mientras menos esfuerzo demande la inversión, como un alquiler o una cuenta de fondos mutuos, la rentabilidad será menor. En cambio, mientras más se trabaja, y más se arriesga, las posibilidades de obtener mayores utilidades son favorables. Todo depende de uno, sus circunstancias y su espíritu emprendedor. No lo olvides Trome: el que no arriesga no gana.
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