Compañeros indiferentes ante el bullying

En el acoso no solo hay una relación víctima-agresor, también están los testigos y la comunidad educativa.

Redaccion Trome

Por: M. Celis

No es solo un juego de chicos ni una anécdota que, con los años, pueda contarse de manera feliz. El acoso entre estudiantes, más conocido como bullying, es un problema social. En el Perú, alrededor del 50% de colegiales ha sido víctima de agresiones, el 34% de los agredidos no comunica el hecho a sus padres o tutores, y lo que es peor, muchos de los alumnos se muestran ajenos ante el abuso que sufre un compañero.

El experto internacional en temas de acoso escolar Enrique Chaux, en la conferencia ‘Del bullying a la convivencia escolar pacífica’, organizada por la Fundación Telefónica, señaló que insultos, empujones y golpes, son algunas formas de maltrato que un estudiante puede recibir de manera injustificada, repetida y sistemática, afectando su rendimiento escolar y la confianza en sí mismo y los demás. “En casos extremos, las víctimas son propensas a la ansiedad, deserción, problemas alimenticios e incluso llegar al suicidio”, precisó.

En el acoso no solo hay una relación víctima-agresor, también están los testigos y la comunidad educativa. “Hoy se está tratando de observar el fenómeno de otra manera, donde los terceros afectados son los que tienen más oportunidades de hacer la denuncia, porque en el fondo reprueban la conducta del agresor”, remarcó.

Lo que jamás deben fomentar los padres es impulsar a sus hijos a responder la agresión con más violencia, lo mejor es enseñarle a saber denunciar o comunicar el hecho.

De acuerdo a los estudios, a mayor edad de los estudiantes, los casos de bullying son menores, sin embargo, para Chaux en esas pocas incidencias se concentra más violencia y terminan siendo más peligrosas.

CÓMO NO ENFRENTARLO

Según Chaux, los errores que se cometen con frecuencia en los colegios, en el afán de luchar contra el bullying, es identificar al agresor y confrontarlo frente a los demás compañeros. “Esa práctica termina convirtiendo al agresor en blanco de comentarios y ataques, es decir, en otra víctima, cayendo en un círculo vicioso. También este puede redirigir su rabia en lugar de comprender su accionar”, remarca. Otro desacierto es pedir siempre a los alumnos que sean buenos entre ellos sin darles herramientas para enfrentar el problema, es un discurso que no se traduce en acciones.

Tampoco se le puede dar a los alumnos roles que no van de acuerdo con su capacidad. “Se les puede enseñar a intervenir cuando están maltratando a su compañero, pero ellos no pueden ser los que juzguen o definan lo que está bien o mal”, indica.