Cuando Augusto B. Leguía asumió el poder, el proyecto de trazar una gran avenida que uniera los balnearios de veraneo con el Centro ya existía, aunque no había podido hacerse porque los dueños de algunos fundos se oponían a que la vía pública atravesara sus tierras.
La solución del presidente fue emitir un decreto que ordenaba la expropiación de los terrenos comprendidos en el trazo.
La avenida Leguía que, desde 1930 se llamó Arequipa, tiene una extensión de seis kilómetros. Para su ornamentación, se plantaron árboles exóticos que fueron marcando las distintas zonas.
Esta arteria fue, sin lugar a dudas, el eje de la expansión hacia el sur.
Se inauguró en 1921 con motivo del Centenario de la Independencia del Perú.
LAS NUEVAS CASONAS
A los lados de esta gran avenida se construyeron lujosas casonas, que hacían alarde de buen gusto y suntuosidad. Los estilos fueron muy variados. Se podían encontrar desde casas Tudor y verdaderas mansiones florentinas hasta una pequeña réplica de palacio de Gobierno. Destaca el colegio Villa María, actual Alianza Francesa con sus palmeras reales.
Estas hermosas estructuras fueron desapareciendo progresivamente y el aire residencial de la avenida fue reemplazado por una gran actividad comercial, entre la que destaca la oferta educativa, ya que la avenida acoge gran cantidad de academias preuniversitarias, colegios regulares, colegios no escolarizados, institutos de educación superior y hasta universidades.
La alta concentración de rutas de transporte público convierte a la avenida Arequipa en una de las vías de mayor contaminación ambiental y sonora de la ciudad, así como una de las vías más lentas en las horas punta.