“¡Papá Noel no existe!” es una frase que se escucha con frecuencia para explicar a los niños que los regalos que reciben por Navidad son comprados por padres y familiares.
Sin embargo, Papá Noel (nombre que comenzó a usarse en Francia) o Santa Claus (al que también algunos pueblos del mundo llaman Padre Navidad y Viejito Pascuero) sí fue un hombre real recordado por su bondad y porque entregó todas sus riquezas a los pobres, es decir, se las regaló por su espíritu generoso en extremo, sobre todo con los niños.
San Nicolás de Bari (280-350) fue obispo de Myra (actual Turquía) y un santo que entregó todos sus bienes a los pobres cuando se inició como monje.
Durante la Edad Media, la leyenda de San Nicolás se extendió por Europa y en Italia, donde en la ciudad de Bari reposan sus restos desde 1087.
En Holanda, se convirtió en Patrón de los marineros y cuando los holandeses colonizaron Nueva Amsterdam (isla de Manhattan, en Nueva York), hoy Estados Unidos, erigieron una imagen de San Nicolás y se consolidó su culto con la
traducción de Santa Claus.
En 1809, el escritor norteamericano Washington Irving escribió sobre San Nicolás y con su imaginación, lo describió como un hombre mayor, grueso y sonriente, vestido con sombrero de alas, calzón y pipa holandesa, y que arrojaba regalos por las chimeneas gracias a un caballo volador que arrastraba un trineo. La tradición desde ahí se extendió por todo el mundo cristiano, junto a esa descripción imaginaria de Santa Claus o Papá Noel.