Adolfo Chuiman: "Era el 'catador' de las chicas en Breña"

Adolfo Chuiman volvió a su barrio después de 30 años y recordó todas sus experiencias.

Redaccion Trome

Por: Eric Castillo

Adolfo Chuiman regresó de la mano de ‘Trome’ a Breña después de 30 años, y recordó sus épocas de ‘paloma’ donde se trompeó innumerables veces y también rompió corazones. Los jirones Arica, Caravelí, Independencia y Huancabamba fueron testigos del retorno de ‘Peter’, quien recibió el cariño de la gente y palpó el orgullo que sienten por su éxito.

Volviste a casa…

Este era mi rancho, aquí era ‘Sheriff’. En estas calles me he trompeado muchas veces, salté y corrí por los techos, tantas historias y tanta gente buena. Era ‘paloma’, pero sano. He sido bien recorrido, era ‘papá’. Por eso, esa frase ‘quién soy yo, papá’ me salió natural con ‘Machucao’, es mía.

¿Eres un ‘palomilla sano’?

O sea, no era cojudo. Hay otros que se creían vivos, pero en realidad eran imbéciles, porque terminaron mal, ya sea en las drogas o en la cárcel. Los vivos de verdad son los que están afuera y no entre rejas…

Estamos en la cuadra 9 de Arica, y mira con pena la fachada de una casa semidestruida con cadenas en la puerta. Se acerca, y nos dice que era la suya.

“Esta era mi casa, aquí vivía. Ahora la van a demoler y seguro construirán un edificio. Ha pasado mucho tiempo sin venir por aquí, creo que fácil unos 30 años”, dice nostálgico.

Ser ‘Sheriff’ te costó varias ‘heridas de guerra’…

Es que soy un amigo leal y cuando tuve que darle un golpe a alguien, lo hice, pero siempre decía: En la cara no. Nunca fui abusivo. Mi madre siempre me enseñó el respeto.

Tu madre es un referente en tu vida…

Mi madre me adoraba, me esperaba siempre en la noche hasta que llegue. Es la educación antigua y es la que me queda para mis hijos. Hasta hoy mi madre es importantísima en mi vida, y no salgo de casa sin darle un beso a su foto.

Entonces, respetas a las mujeres.

Claro, porque es la creación máxima de la humanidad. Solo hay que darles amor. Te cuento, desde niño dormía entre mujeres, entre mis hermanas Vilma y Jenny, que eran las mayores.

¿Y cómo surgió eso de ‘catador’?

Ja, ja, ja… ese era un término del barrio, y bueno, era el encargado de darle la bienvenida a las muchachas, pero todo dentro del vacilón. Era como un ritual, hacía el control de calidad y luego la entregaba a las fieras.

¿En estas calles conociste a Pirula, tu esposa?

Claro. Ella vivía en Independencia, en el cruce con Caravelí, a unas tres cuadras de mi casa. Yo era muy movido, pero al tener una relación con ella, las cosas cambiaron, y caballero no más, ja, ja, ja. Ella es una buena mujer, siempre me lo demostró y mis hermanos me decían, ya es hora, y así fue.

¿Tu madre aceptó?

Sufrió mucho, porque era su engreído. Lloró cuando me casé. Por eso, tuve que vivir con Pirula en mi casa como una semana hasta que se acostumbre y tome conciencia que iba a dejar la casa. Tenía 26 años cuando me ‘cazaron’.

Es sábado, la gente va abarrotando las esquinas y cada diez metros todos lo saludan, le piden una fotografía, le invitan cerveza y hasta polladas. Los más antiguos recuerdan que vivía en Arica, y otros le mencionan a Don Próspero, su suegro.

“A pesar que muchas cosas han cambiado, que mucha gente no está y hay rostros nuevos, los recuerdos siempre quedarán. Me siento como un muchachito”, señala sin dejar de apretar la mano de un vecino y sonreír.