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Domingo 15 de agosto del 2010 | 07:52

Escritor maldito

El Búho recuerda a Charles Bukowski y sus mejores libros.

Este Búho asiste a las celebraciones por el 90 aniversario del nacimiento del gran Charles Bukowski, uno de los escritores considerados “malditos” de la literatura norteamericana. No sé por qué desde niño siempre me sentí identificado con los escritores de Estados Unidos. Edgar Allan Poe, Truman Capote, Hemingway, Zewit, Scott Fitzgerald, Carson McCullers o Margaret Mitchell, sí, la de “Lo que el viento se llevó” que la lanzó a la fama, al punto que mi única hija se llama Scarlett, en homenaje a la heroína de esta gran novela vilipendiada por una crítica izquierdista obtusa y prejuiciosa. Este cronista conoció a Bukowski gracias a mi entrañable amigo Óscar Malca.

En ese tiempo era un joven sanmarquino medio salvaje, ávido de conocimiento y vida. Los depas, donde residía Malca, se convertirían no solo en mi biblioteca, sino en un segundo hogar. Lou Reed, Bowie, Bukowski, Capote, el de sus inicios, Martin Amis, Iggy Pop, Adamo o Tormenta, habitaban en esos ambientes, donde un notable artista plástico como Piero Quijano se codeaba con “lagartazos” como “Caníbal” Rocha o este Búho. Allí leí la primera novela de Bukowski, “Cartero” (1971). Creo que es el más atípico literato no solo de Estados Unidos, sino del mundo. Un crítico despistado lo vinculó con la corriente Beat sesentera. Bukowski, nacido en Alemania en 1920, desde adolescente se sintió extraño en un país que no era “el sueño americano”. De joven sufrió un intenso acné, que trató de resolverlo reventándose los chupos, lo que lo llevó a tener severas marcas en la cara. Fracasó como escritor y desapareció del mundo literario para vagar por los Estados Unidos o vivir de pequeños “cachuelos”. Uno de ellos le proporcionó dinero para tomar abundante licor, jugar a los caballos y masturbarse.

Bukowski, cuyo álter ego era Henry Chinaski, escribió sobre su vida en guetos de Los Ángeles. Es un eterno “perdedor”. Alcohólico que no tiene remordimientos en decir: “Me emborracho para escribir y luego me emborracho para corregir lo que escribí borracho”. El “Viejo indecente” logró, por fin, el reconocimiento en la tercera edad. Allí escribió la monumental “Mujeres” (1978), para mí, su más lograda novela. En ella confiesa: “Durante años, hasta viejo, viví una abstinencia sexual, pero de pronto, recibía decenas de cartas de chiquillas universitarias bellísimas y las aceptaba a todas, las invitaba a todas y las follaba a todas”. Pero incluso en “Mujeres”, que lo pinta como un ganador, se dio el lujo de contar cómo la mujer que más amaba, lo engañó vilmente. En Europa era reverenciado, pero cuando lo invitaron a la televisión francesa, en vivo, borracho le metió la mano a la presentadora francesa y los guachimanes lo botaron del set a patadas. Un verdadero maldito. Apago el televisor.