Fue ejecutado junto a Gabriel Aguilar por organizar, en 1805, una insurrección contra el poder español.
El primer Congreso peruano, por ley del 6 de junio de 1823, declaró a los próceres Manuel Ubalde y Gabriel Aguilar como “Beneméritos de la Patria”, por el servicio que prestaron al Perú a costa de sus vidas y ser ejemplo para quienes lucharon por nuestra emancipación. Sus bustos, símbolo del patriotismo, están en el Panteón Nacional de los Próceres inaugurado el 16 de abril de 1962.
José Manuel Ubalde nació en Moquegua en 1740, estudió derecho en la Universidad Mayor de San Marcos de Lima y se trasladó a la ciudad del Cusco, donde ejerció su profesión y compartió sus ideas y sentimientos independentistas con el prócer nacional Gabriel Aguilar.
Con cooperación de vecinos notables del Cusco, Ubalde y Aguilar, en 1805, conspiraron contra el poderío español del Virreinato del Perú. El plan era apoderarse de los cuarteles con la ayuda de contingentes indígenas que proporcionaría el cacique Cusihuamán y asumir el mando no solo de esa intendencia sino también de todo el Virreinato.
El 25 de junio de 1805, el teniente de granaderos del Regimiento Paucartambo, Mariano Lechuga, amigo íntimo de Ubalde y partícipe en las reuniones de los conspiradores, se presentó ante el oidor Manuel P. Berriozabal para delatar el plan.
A Ubalde y Aguilar se les condenó a la horca por los delitos de: Organizar una conspiración para asaltar el cuartel, posesionarse de la ciudad e iniciar un proceso que debería culminar con expulsar a los españoles. Fueron ejecutados el 5 de diciembre de 1805.
CONSPIRACIÓN
La conspiración a cargo de Ubalde se anticipó por cinco años a los movimientos libertarios de la América española, así nos lo recuerda la Benemérita Sociedad Fundadores de la Independencia. Ubalde y Aguilar colocaron al Perú entre los primeros países del Nuevo Mundo y de habla española que abrigaron sentimientos separatistas de la metrópoli y lucharon por su tan anhelada independencia.